domingo, 19 de septiembre de 2021

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Mc 9, 30-37: YA SE HUMILLÓ DIOS Y ¡AÚN ES ORGULLOSO EL HOMBRE!

 

No son estas ideas que os expongo deducciones del raciocinio. Escúchale al Apóstol sus mismas palabras: Quien a su propio Hijo no perdonó, antes por nosotros todos le entregó, ¿cómo podría no darnos también con él todas las cosas? ¡Evidentemente! ¡Oh avaro!, ahí tienes todas las cosas. A fin,  pues, de no hallar estorbo, desama todo lo que amas y aduéñate de Cristo, en quien puedas ser dueño de todo. Médico él absolutamente innecesitado de tal remedio, tomó, sin embargo, para animar al enfermo, lo que ninguna falta le hacía; fue un modo de lenguaje para vencer la resistencia del enfermo y reanimar al decaído. El cáliz, dice, que yo he de beber; yo, en quien esa pócima nada tiene que sanar, porque no lo hay, voy a beberlo, con todo ello, para que tú, a quien hace falta beberlo, no te eches atrás y lo bebas.

Ved ahora, hermanos, si la humanidad, tomando medicina tan excelente, debe continuar enferma. Ya se humilló Dios, y ¡aún es orgulloso el hombre! Oiga y aprenda. Todas las cosas, dice, las puso el Padre en mis manos. Si, pues, lo deseas todo, todo lo tendrás conmigo; si deseas al Padre, lo tendrás  por mí, lo tendrás en mí. ¿De qué me sirve, dices, tenerlo todo, si a él no lo tengo? Bien dices. Si, pues, a él también quieres tenerle, oye lo que sigue. Porque, habiendo dicho: Todas las cosas las puso el Padre en mis manos, como exhortando y diciendo: «Ven a mí si quieres poseerlo todo», y dijeras tú: «No quiero todas las cosas, sino al que hizo todas las cosas», prosigue y dice: Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo. No pierdas el ánimo, oye lo demás: Y aquel a quien el Hijo quiera revelárselo. A quien quiera, dice. —Tal vez a mí no quiera. —No habría venido a ti humilde si no quisiera le conocieras excelso. Quizá también aquí digas: «Aunque le conozca a él, yo querría conocer al Padre.» ¿Quieres conocer al Padre? Oye la voz de Felipe; fue el primero que habló de esto, y muy bien, como era justo. Sediento de felicidad, la buscaba en todas partes; mas la sed no se le apagaba en ninguna, no hallaba dónde amortiguar su ardor. Y con esta sed le dice al Señor: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta. ¿Qué significa ese nos basta? Allí será el descansar, y nada más buscar. El Señor: ¿Tanto tiempo como llevo con vosotros y aún no me habéis conocido? Felipe, quien me ve a mí, ve también al Padre. Consecuencia: para que se manifieste el Hijo, es de necesidad no hallar al Hijo inferior a su Padre, o no dicen nada estas sus palabras: Yo y el Padre somos una misma cosa. Ahora bien, el que de suyo es una misma cosa con el Padre, se anonadó por ti a sí mismo, tomando forma de siervo. Se anonadó a sí mismo, tomando forma de esclavo, cuando, alejado de él, te dio eso; para cuando vuelvas a él, te guardó: Yo y el Padre somos una misma cosa.

 S 142, 6

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