jueves, 20 de octubre de 2022

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MANOJO OCTAVO DEL «PROVENTUS MESSIS DOMINICAE» RELATA LA VIDA Y PASIÓN DE LA VENERABLE VIRGEN MAGDALENA DE NAGASAKI

      II

   Si un sacerdote muy pronto

por ventura allí viniera

ese día a quien lo pida

el agua lustral vertiera.

   Pero no, y a los paganos

que la salvación anhelan

sumerje en el agua límpida

que han pedido con firmeza.

   De la fe a los desertores

(tormento cruel les espera)

por romper lo prometido

con ellos no está contenta;

   y los convence, urge, arguye

de su pecado serena,

y vertiendo en su voz miel

los atrae a penitencia.

   ¿Cómo la fe ― les insiste ―

en que la salud extrema

se halla, despreciáis, por una

tal vez infeliz sospecha?

   ¿Es que acaso os ha invadido

alucinada demencia,

y preferís el estiércol

dejando el oro y nobleza?

   ¿Por qué abandoner lo insigne,

lo mejor, la gran faena

de la salvación, con todo,

con sus premios y grandeza?

   Nada más displace a Dios

ciertamente que las pésima

ingratitude y el olvido

de su rica Providencia.

   Os tenía demacrados

la culpa de Adán primera,

expulsados de la patria,

de Satán con las cadenas.

   La atroz maldad os había

penetrado hasta la médula,

tornado monstruos humanos,

vuelto irracionales bestias.

   Mas la caridad de Cristo

os redimió y las tinieblas

desterró de acá, viniendo

de la celestial esfera.

   Y aún envueltos ansabais

en la ignorancia más tétrica

cuando os envió mensajeros

de la gran ley evangélica.

   para romper esos vínculos

del Tártaro que os aferran

y os llevarán a los cielos

por un camino de estrellas.

   Vuestra fe la hicisteis pública

convertidos por su prédica,

cayendo la herrumbre antigua

y de la mente la niebla.

   Era gracia que a vosotros

os llegó sin merecerla,

para que nadie al Averno

por sus maldades cayera.

   ¿Por qué ya que habéis sufrido

tal miedo, rompéis sin pena

y no queréis más cumplir

las primitivas promesas?

   Oíd la voz, os suplico,

del Pastor de las ovejas;

buscad el redil seguro,

para que este error  no os venza.

   Purificad, pues las culpas

con llanto y con penitencia:

obtendréis perdón del cielo,

porque os ama su alma tierna.

   Tales palabras conmueven

y todo ingrato comienza

a deplorar lo mal hecho,

buscando el aprisco cerca.

   Ocupda en este oficio

vive la noble doncella

y, prudente, a los paganos

sus malos usos reprueba.

   La persecución se ensaña

con las sencillas ovejas

del rebaño, y como a víctimas

fatales se les golpea.

   Francisco y Vicente dan

fiel testimonio en la hoguera;

rubricando las palabras

con la vida como prueba.

   Se ve obligada a dejar

la ciudad y a una desierta

región dirigirse, triste,

sin consuelo, pobre huérfana.

   La acompañan, afligidas

por la hostilidad, catervas

que entre tantas amenazas

tan solo la muerte esperan.

   De uno y otro sexo párvulos,

niños de brazos y tiernas

turbas de gente muy jóvenes

y ancianos que le rodean.

   Habita grutas salvajes,

vive tan solo de hierbas,

desgarra su cuerpo muelle

con rigor y penitencias.

   Bajar hasta Nangasaqui

y allí predicar desea,

y echar en cara al tirano

su crueldad y su fiereza.

   Mas habrá que diferirlo

le sugiere la prudencia,

porque pobres y exiliados

le reclaman su presencia.

   Da consuelo al afligido

con voces dulces, modestas,

desaloja los temores

y los trabajos alegra.

   Les refiere los santísimos

ejemplos de Cristo, alerta

a quien lo anhele seguir

y a todos infunde fuerzas.

   ¡Alegraos, pues, oh fieles!,

dice y repite serena,

¡alegraos, fieles óptimos!,

confirmando su docencia.

   Es que la persecución

corporal, dura y adversa,

es amable, abunda en bienes,

y oculto tesoro encierra;

   rasga los vínculos duros

que acosan la inteligencia:

a quien lo pide hace rico

y lo caduco desprecia.

   La persecución quitó

flojas, avaras riquezas,

y en cambio os dio las de arriba

graciosas, fijas, eternas.

(Dóxico (Dójuku) catequistas o auxiliares de los padres en la evangelización).

 

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