domingo, 1 de marzo de 2015

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FIDELIDAD A DIOS Y A LA TIERRA - Reflexión-

Se ha dicho que la mayor tragedia de la humanidad es que «los que oran no hacen la revolución, y los que hacen la revolución no oran». Lo cierto es que hay quienes buscan a Dios sin preocuparse de buscar un mundo mejor y más humano. Y hay quienes se esfuerzan por construir una tierra nueva sin Dios.

Unos buscan a Dios sin mundo. Otros buscan el mundo sin Dios. Unos creen poder ser fieles a Dios sin preocuparse de la tierra. Otros creen poder ser fieles a la tierra sin abrirse a Dios.

En Jesús, esta disociación no es posible. Nunca habla de Dios sin preocuparse del mundo, y nunca habla del mundo sin el horizonte de Dios. Jesús habla del «reino de Dios en el mundo». En las cartas escritas por Dietrich Bonhoeffer desde la cárcel descubrimos la postura verdadera del creyente: «Solo puede creer en el reino de Dios quien ama a la tierra y a Dios en un mismo aliento».

La «escena de la transfiguración» es particularmente significativa, y nos revela algo que es una constante en el evangelio. «Cristo no lleva al hombre a la huida religiosa del mundo, sino que lo devuelve a la tierra como su hijo fiel».

Jesús conduce a sus discípulos a una «montaña alta», lugar por excelencia de encuentro con Dios según la mentalidad semita. Allí vivirán una experiencia religiosa que los sumergirá en el misterio de Jesús. La reacción de Pedro es explicable: «¡Qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas...». Pedro quiere detener el tiempo, instalarse cómodamente en la experiencia de lo religioso, huir de la tierra.

Jesús, sin embargo, los bajará de la montaña al quehacer diario de la vida. Y los discípulos tendrán que comprender que la apertura al Dios trascendente no puede ser nunca huida del mundo.

Quien se abre intensamente a Dios ama intensamente la tierra. Quien se encuentra con el Dios encarnado en Jesús siente con más fuerza la injusticia, el desamparo y la autodestrucción de los hombres.

Por eso es tan importante escuchar a Jesús, es toda una experiencia, si aprendemos a escucharle, sentiremos que estamos escuchando, por fin, a alguien que nos dice la verdad, alguien que sabe porqué y para qué hay que vivir.

El eslogan de Taizé, que año tras año atrae a tantos jóvenes, está apuntando hacia algo que necesitamos descubrir hoy todos: «Lucha y contemplación».

La fidelidad a la tierra no nos ha de alejar del misterio de Dios. La fidelidad a Dios no nos ha de alejar de la lucha por una tierra más justa, solidaria y fraterna.

Una oración para esta semana: "Oh Dios, dame un corazón que te sepa escuchar".
P. Julián Montenegro

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