sábado, 18 de abril de 2015

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De la mano de San Agustín (11)

El Pan de Vida

Acabamos de oír al Maestro veraz, Redentor divino y Salvador humano, encarecernos nuestro precio: su sangre. Nos ha hablado, en efecto, de su cuerpo y de su sangre: al cuerpo le llamó comida; a la sangre, bebida. Los fieles saben que se trata del sacramento de los fieles; en cambio los otros oyentes ¿qué otra cosa saben sino lo que oyen? Cuando, pues, para recomendarnos tal alimento y tal bebida, decía: Si no coméis mi carne y bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros (Jn 6,53) —y ¿quién, sino la Vida, diría esto de la Vida misma? A su vez, al hombre que juzgue falaz a la Vida le aportará muerte, no vida— se escandalizaron sus discípulos, aunque no todos, sí muchísimos y decían para sí: ¡Duro es este lenguaje, ¿quién puede escucharlo? (Jn 6,60) Mas habiendo conocido en sí esto el Señor y habiendo percibido el murmullo de sus pensamientos, respondió a los que eso pensaban, aunque nada expresaban con su voz, para que supieran que los había oído y desistiesen de pensar tales cosas. ¿Qué les respondió, pues? ¿Os escandaliza esto? Entonces, ¿si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? (Jn 6,61-62) ¿Qué significa Os escandaliza esto? ¿Pensáis que voy a fraccionar este cuerpo mío que estáis viendo, a amputar mis miembros y a dároslos a vosotros? ¿Qué significa: Entonces, ¿si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? Ciertamente el que pudo ascender en su integridad, no pudo ser consumido. Así, pues, nos dio en su cuerpo y sangre un saludable alimento, y brevemente resolvió la gran cuestión acerca de su integridad. Coman, pues, quienes lo comen y beban los que lo beben; tengan hambre y sed; coman la vida, beban la vida. Comerlo es restablecerse; pero te restableces de tal forma que no merma lo que te restablece. Y beberlo, ¿qué es sino vivir? Come la vida, bebe la vida: tendrás vida y la vida plena. Mas esto habrá entonces, es decir, el cuerpo y la sangre de Cristo será vida para cada uno, si lo que se toma visiblemente en este sacramento,lo come espiritualmente, lo bebe espiritualmente en su realidad misma. Porque se lo hemos oído al Señor decir: El espíritu es el que da vida, la carne no sirve de nada. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y vida. Pero hay algunos —dice— que no creen (Jn 6,63-64). Eran los que decían: ¡Duro es este lenguaje, ¿quién puede escucharlo? Duro, sí, mas para los duros; es decir, es increíble, mas para los incrédulos.

Mas, para enseñarnos que aun el mismo creer es don y no merecimiento, dice: Como os he dicho, nadie viene a mí sino aquel al que se lo haya concedido mi Padre (Jn 6,65). Trayendo a la memoria lo que antecede, hallaremos que en la misma circunstancia en que el Señor dijo esto, había dicho también: Nadie viene a mí si el Padre que me ha enviado no lo arrastra (Jn 6,44). No empleó el verbo guiar, sino arrastrar. Esta violencia se le hace al corazón, no al cuerpo. ¿Por qué, entonces, te extrañas? Cree, y vienes; ama, y eres arrastrado. No pienses que se trata de una violencia brusca y molesta; es dulce, es suave; es la misma suavidad lo que te arrastra. Cuando la oveja tiene hambre, ¿no se la atrae mostrándole hierba? Y juzgo que no se la empuja físicamente, sino que se la sujeta con el deseo. Ven también tú a Cristo así; no pienses en largos recorridos: creer es venir. En efecto, a quien está en todas partes, no se llega navegando, sino amando. Pero, como también en ese viaje abundan los oleajes y las borrascas de las diversas tentaciones, cree en el Crucificado para que tu fe pueda subirse al madero. No te hundirás, sino que te trasportará el madero. Así, así navegaba por entre las olas de este mundo quien decía: Lejos de mí gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo (Ga 6,14).

Sermón 131,1-2

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