La Trinidad
He aquí que ante mí
aparece como en enigma la Trinidad, que eres tú, Dios mío. Porque tú, Padre, en
el principio de nuestra Sabiduría, que es tu Sabiduría, nacida de ti y coeterna
contigo, esto es, en tu Hijo, hiciste el cielo y la tierra.
Muchas cosas hemos
dicho ya del cielo del cielo, y de la tierra invisible y caótica, y del abismo
tenebroso según la defectibilidad vagarosa de la informidad espiritual en que
hubiera permanecido si no se hubiese convertido a aquel que le había dado aquella
especie de vida y mediante la iluminación se hubiese hecho vida hermosa y
llegado a ser cielo del cielo (Sal 113,16) de aquel que después fue hecho entre
agua y agua (Gn 1,6).
Ya tenía, pues, al
Padre, en el nombre de Dios, que hizo estas cosas; y al Hijo, en el nombre del
principio en el cual las hizo; y creyendo a mi Dios trinidad, como la creía,
tal yo le buscaba en sus sagrados oráculos; y ved que tu Espíritu se cernía
sobre las aguas13 He aquí a mi Dios trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo,
creador de todas las cosas.
¿Quién será capaz de
comprender la Trinidad omnipotente? ¿Y quién no habla de ella, si trata de
ella? Rara es la persona que, cuando habla de ella, sabe lo que dice. Y se
discute, se polemiza, pero nadie beligerante puede contemplar esta visión.
Quisiera yo que los hombres reflexionaran sobre tres cosas que tienen en su
interior. Estas tres realidades son muy distintas de aquella Trinidad. Pero las
digo para que se ejerciten en sí mismos y prueben y sientan cuán diferentes
son. Y las tres cosas que digo son: ser, conocer, querer. Porque yo soy, el que
conoce y quiere; yo conozco que soy y quiero; yo quiero ser y conocer. Vea, por
tanto, quien pueda, cuán inseparable es la vida en estas tres cosas, siendo una
la vida, y una la inteligencia, y una la esencia; y, finalmente, cuán
inseparable es la distinción, siendo así que hay distinción. Ciertamente que
cada uno en presencia de sí profundice en sí mismo, se autoanalice y que
después me hable. Y cuando hubiere descubierto algo sobre esto y acierte a
expresarlo, no por eso piense haber encontrado aquel Ser que es inmutable sobre
todas las cosas, y existe inmutablemente, y conoce inmutablemente, y quiere
inmutablemente.
Ahora bien, ¿es la
existencia en Dios de esta triplicidad de cosas lo que constituye la Trinidad?
¿Y cada una de esta triplicidad se da en las tres personas divinas y en cada
una de ellas? ¿y se realizan lo uno y lo otro en Dios de modo maravilloso en
una simplicidad que es también multiplicidad siendo la Trinidad en sí y para sí
fin infinito, por el cual ella es, se conoce a sí misma y se basta
inmutablemente en virtud de la grandeza ubérrima de su unidad? ¿Quién podrá
fácilmente imaginarlo? ¿Quién podrá explicarlo de algún modo? ¿Quién se
atreverá a definirlo de alguna manera sin incurrir en temeridad?
Conf.XIII, 5.6. 11.12
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