sábado, 30 de mayo de 2015

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De la mano de San Agustín (21)

La Trinidad

He aquí que ante mí aparece como en enigma la Trinidad, que eres tú, Dios mío. Porque tú, Padre, en el principio de nuestra Sabiduría, que es tu Sabiduría, nacida de ti y coeterna contigo, esto es, en tu Hijo, hiciste el cielo y la tierra.

Muchas cosas hemos dicho ya del cielo del cielo, y de la tierra invisible y caótica, y del abismo tenebroso según la defectibilidad vagarosa de la informidad espiritual en que hubiera permanecido si no se hubiese convertido a aquel que le había dado aquella especie de vida y mediante la iluminación se hubiese hecho vida hermosa y llegado a ser cielo del cielo (Sal 113,16) de aquel que después fue hecho entre agua y agua (Gn 1,6).

Ya tenía, pues, al Padre, en el nombre de Dios, que hizo estas cosas; y al Hijo, en el nombre del principio en el cual las hizo; y creyendo a mi Dios trinidad, como la creía, tal yo le buscaba en sus sagrados oráculos; y ved que tu Espíritu se cernía sobre las aguas13 He aquí a mi Dios trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, creador de todas las cosas.

¿Quién será capaz de comprender la Trinidad omnipotente? ¿Y quién no habla de ella, si trata de ella? Rara es la persona que, cuando habla de ella, sabe lo que dice. Y se discute, se polemiza, pero nadie beligerante puede contemplar esta visión. Quisiera yo que los hombres reflexionaran sobre tres cosas que tienen en su interior. Estas tres realidades son muy distintas de aquella Trinidad. Pero las digo para que se ejerciten en sí mismos y prueben y sientan cuán diferentes son. Y las tres cosas que digo son: ser, conocer, querer. Porque yo soy, el que conoce y quiere; yo conozco que soy y quiero; yo quiero ser y conocer. Vea, por tanto, quien pueda, cuán inseparable es la vida en estas tres cosas, siendo una la vida, y una la inteligencia, y una la esencia; y, finalmente, cuán inseparable es la distinción, siendo así que hay distinción. Ciertamente que cada uno en presencia de sí profundice en sí mismo, se autoanalice y que después me hable. Y cuando hubiere descubierto algo sobre esto y acierte a expresarlo, no por eso piense haber encontrado aquel Ser que es inmutable sobre todas las cosas, y existe inmutablemente, y conoce inmutablemente, y quiere inmutablemente.

Ahora bien, ¿es la existencia en Dios de esta triplicidad de cosas lo que constituye la Trinidad? ¿Y cada una de esta triplicidad se da en las tres personas divinas y en cada una de ellas? ¿y se realizan lo uno y lo otro en Dios de modo maravilloso en una simplicidad que es también multiplicidad siendo la Trinidad en sí y para sí fin infinito, por el cual ella es, se conoce a sí misma y se basta inmutablemente en virtud de la grandeza ubérrima de su unidad? ¿Quién podrá fácilmente imaginarlo? ¿Quién podrá explicarlo de algún modo? ¿Quién se atreverá a definirlo de alguna manera sin incurrir en temeridad?
Conf.XIII, 5.6. 11.12

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