domingo, 5 de julio de 2015

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XIV Domingo del Tiempo Ordinario -B- Reflexión

Jesús solía predicar en todo tiempo y lugar. Predicaba en el campo, en los pueblos, junto al mar, en la montaña… Y la gente de Galilea, campesinos pobres todos ellos, acudían a escucharle. Les gustaba cómo hablaba y, sobre todo, lo que decía. Pero, más todavía, cómo vivía. 

Decía cosas importantes con un lenguaje sencillo y claro. No se sentían engañados, manipulados o explotados por él, como sí lo eran cuando eran por los dirigentes político religiosos de la ciudad. Jesús era otra cosa: era uno de ellos, se acercaba a ellos con amor, comprensión y cariño, veían o intuían él la presencia de un Dios, Padre bueno, que los quería en verdad y se sentían amados por él. 

Pero no ocurría a sí en su pueblo, Nazaret, donde se había criado. Lo conocían bien -eso decían ellos-, y se extrañaban de que tuviera ya tanta fama. Hasta ellos habían llegado noticias de que hacía milagros y portentos. 

Y fue Jesús a su pueblo a predicar su mensaje y a hacer el bien. Pero no encontró la acogida que esperaban. Y decían: ¿No es éste el carpintero, el hijo de María? (Parece que ya había muerto san José), ¿de dónde saca todo esto que dice o predica? Les resultaba extraño y raro que un hijo del pueblo, pobre como ellos, les hablara de esa manera. Y no creyeron en él. Al fin y al cabo es verdad aquello que se dice: Nadie es profeta en su tierra. Y se marchó a predicar a los pueblos de los alrededores.

Jesús nos sigue hablando hoy. Y no sé si le escuchamos con interés, con agrado y atención. ¿Pero cuándo nos habla, puesto que no lo vemos ni lo sentimos cerca? A los campesinos de Galilea les quedaba fácil porque lo veían con sus propios ojos, lo oían con sus oídos y hasta lo tocaban a veces. Pero… ¿a nosotros?

Pues nos habla hoy también, entre otras cosas, porque sus palabras están contenidas en los evangelios. Y el Evangelio se nos lee todos los domingos, y lo podemos leer en la Biblia que todos -ojalá- tenemos en la casa. Ahí están recogidas sus enseñanzas. Y, sobre todo, en ellos vemos o conocemos su misma vida. Ya no podemos decir: ¿Y este quién es?, como la gente de su pueblo.

Y lo que nos dice es la verdad. Ni miente, ni se equivoca ni nos engaña. Todo lo contrario: lo que nos dice es la verdad, que la dice para nuestro bien y porque quiere que seamos felices. Dice en otro lugar: Felices los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. ¿Hay alguno que no quiera ser feliz? Dicho en positivo: Todos queremos ser felices. ¿O no? Conocemos la clave para serlo: Escuchar la Palabra de Dios y cumplirla.

Y para lograrlo, muchos buscan ser felices a base de dinero, (tener más y más), y es verdad que el dinero ayuda, pero no da la felicidad, y a veces echa todo a perder. O sentirse amado y querido por todos, pero bien sabemos que el amor humano, que es un gran bien, es o puede ser efímero y poco consistente. Otros buscan su felicidad en pasarlo siempre bien, que no está mal, pero ¿quién lo consigue? O en tener muy buena salud -ojalá que fuera así-, pero los hospitales están siempre llenos y la lista de espera es larga…

El único que nos da la clave para lograr ser felices nos la da Jesús. Y no nos lo acabamos de creer. Nuestra actitud es parecida a la de los de su pueblo. ¿Sabéis cuántas veces emplea Jesús en el evangelio la palabra felices? No las he contado; son muchas. Una de ellas es ésta: Felices lo que crean en mí aunque no me vean. Somos nosotros.

Creer en Cristo es la clave. La más importante. Y quien cree en Él, cree en todo lo que Él nos dice. Y esa fe, repito, nos hará felices. De momento, mientras estamos en este mundo, seremos felices en cuanto cabe. No ha habido en la tierra hombres y mujeres más felices que los santos y todos los que ya están en el cielo.

Hablamos y oímos hablar mucho de la crisis económica. Está bien. Pero esa no es la crisis más grave. La más grave es la crisis moral, porque si faltara la honradez y prevaleciera la corrupción, la economía andará mal. Si prevaleciera el egoísmo y la ambición y se pensara sólo en pasarlo bien, no tendrá arreglo la economía de la familia y del país.

Acojamos las palabras de Jesús, vivamos según nos lo pide él, y nos irá bien. Esa es la clave, y no otra.
P. Teodoro Baztán.

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