¿Cuál es la realidad,
si la garantía es tal? No se debe hablar de garantía, sino de anticipo. En
efecto, cuando se deja una garantía, ésta se retira una vez que se devuelve lo
garantizado. El anticipo, en cambio, es una parte de aquello que se promete
dar, de forma que, cuando se cumpla la promesa, lo ya recibido no cambia, sino
que se recibe en su totalidad. Así, pues, que cada uno examine su corazón y vea
si dice con sincero amor desde lo más íntimo de su corazón: Padre. No se
pregunta ahora por el grado de esa caridad: si es grande, pequeña o regular;
pregunto si, al menos, existe. Si ya ha nacido, crece ocultamente, con el crecimiento
llegará a la plenitud, y en esa plenitud permanecerá. No se da el que tras
alcanzar la plenitud decline hacia la vejez y que la vejez la conduzca a la
muerte; si llega a la plenitud es para permanecer en ella eternamente.
Considera lo que sigue: Gritamos: Abba, ¡Padre! El mismo Espíritu da testimonio
a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (Rm 8,15-16). No es nuestro espíritu quien
nos testimonia que somos hijos de Dios, sino el Espíritu de Dios;
el anticipo da testimonio de lo que se nos ha prometido. El mismo Espíritu da
testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.
Sermón
156,16
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