martes, 22 de diciembre de 2015

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María Modelo de esperanza (3)

Mujer esperante

Ya sé que en el diccionario de la RAE no está registrado este término (como sí están creyente y amante), pero me viene bien para presentar a María como modelo del creyente que espera ardientemente el encuentro definitivo y feliz con Dios. María amaba y por eso creía. Creía y por eso esperaba. Ella, miembro o parte del pueblo judío, esperaba también la llegada de un Salvador. Conocía la promesa y sabía que se cumpliría en un momento quizás no lejano.

Alimentaba su esperanza oyendo en la sinagoga la voz de los profetas y en muchos momentos de oración a solas o en familia. Esperaba con ansia y con una fe a toda prueba. Dios no podía fallar. Había empeñado su palabra y se cumpliría. ¿Cuándo? En el momento en que Dios lo considerase oportuno. Llegará el día…, repetían los profetas.

Y llegó. Se cumplieron en ella las profecías. Sorpresa, turbación, acogida de la palabra. Y la Palabra, esta sí con mayúscula, se hizo carne en ella. Y a esperar de nuevo. Ahora, su nacimiento. Nueve meses de espera ilusionada, sufrida a veces, y siempre con mucho amor. Las madres, sobre todo las primerizas, saben mucho de esto. 

Todo el adviento -tiempo de espera- del Antiguo Testamento quedó recogido y sintetizado en estos nueve meses. El adviento de María duró todo el tiempo del embarazo. El ¿por qué yo? del inicio dio paso a Él vive dentro de mí y un día se manifestará al mundo.

Mientras tanto su esperanza -no la espera quieta o pasiva de quien nada hace- crecía y se afianzaba al ritmo de la vida creciente que llevaba en su seno. Crecía con su oración constante, con sus momentos de reflexión en silencio o con José, con su trabajo pensando siempre en el mañana, con su fe cada día más firme.

A pesar de todo, en ella el camino de la esperanza no era de rosas ni perfumes. Aunque no había lugar para la duda, sí quedaban en el aire ciertos porqués y algunos cómo. ¿Por qué yo? ¿Por qué el Mesías, esperado desde siempre, tiene que venir al mundo de esta manera? ¿Por qué y cómo se criará en Nazaret, aldea desconocida hasta entonces, lejos de Jerusalén, la ciudad santa? ¿Cómo será aceptado mi hijo por el pueblo y los dirigentes político-religiosos de Israel? ¿Cuál o cómo será mi papel de madre en la formación humana y religiosa del hijo? ¿Por qué…? ¿Cómo…?

Pero su esperanza no flaqueaba, a pesar de estos porqués o estos comos, porque su fe era firme y se había puesto en las manos de Dios. Llegarían las pruebas, muy duras y graves algunas de ella, y no vacilaría en nada. Confiaba a pesar de todo. Dios, que la había introducido en este misterio, sería su luz, su guía y su fuerza. Sólo le bastaba confiar siempre y a pesar de todo. Y esperar con fe ilusionada y amor de madre.

Nace el hijo, y sigue esperando. Ahora en él. Él llevará acabo la tarea de la liberación de Israel. Para eso había venido. Lo verá crecer, pobre y trabajador, saldrá del hogar y recorrerá los caminos polvorientos de Palestina, predicará un mensaje nuevo, convivirá con un grupo de amigos y discípulos, hará el bien por dondequiera que pase, será calumniado, apresado, torturado y ejecutado. Morirá como un fracasado.

Sus discípulos huirán del peligro, pero ella no. A pesar de su fragilidad humana como mujer, se mantendrá firme y entera al pie al cruz, porque ha sabido esperar con la certeza de que su hijo llevará a buen término la obra que el Padre le había encomendado.

María esperaba firmemente en su hijo. Y su esperanza se vio cumplida sobradamente. Ella ha sido la mujer fuerte de ánimo, porque así era también su fe y su amor. En ella se cumplía lo que años después escribiría san Pablo a los fieles de Roma: Nos gloriamos incluso en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado ( Rm 5, 3-5). Y nadie recibió, como ella, la gracia plena del Espíritu Santo.
Fuente: Consuelo es su nombre
P. Teodoro Baztán Basterra

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