viernes, 19 de febrero de 2016

// //

De la mano de San Agustín (16):: El poder de la oración

 ¿Acaso pensáis, hermanos, que no sabe Dios lo que os es necesario? Lo sabe y, conocedor de nuestra pobreza, se adelanta a nuestros deseos. Además, cuando enseñaba a sus discípulos la oración y los exhortaba a no hablar demasiado cuando orasen, les dijo: No empleéis muchas palabras, pues sabe vuestro Padre celestial lo que necesitáis antes de que se lo pidáis (Mt 6,7-8). El Señor está diciendo ya otra cosa. ¿Cuál? No queriendo que empleemos muchas palabras en la oración, nos ordenó: No habléis mucho cuando oráis, pues sabe vuestro Padre lo que necesitáis antes de que se lo pidáis. Si sabe nuestro Padre lo que necesitamos antes de que se lo pidamos, ¿qué necesidad hay de palabras, aunque sean pocas? ¿Qué motivo hay para orar, si ya sabe nuestro Padre lo que necesitamos? Dice a alguien: —«No te alargues en tu súplica, pues sé lo que necesitas». —«Si lo sabes, Señor, ¿para qué, incluso, pedir? No quieres que mi súplica sea larga; más aún, me mandas que casi no la haga». ¿Y dónde queda lo que dice en otro pasaje? El mismo que dice: No habléis mucho en la oración, dice en otro lugar: Pedid y se os dará. Y para que no pienses que el mandato previo de pedir fue algo incidental, añadió: Buscad y hallaréis. Y para que ni siquiera esto lo consideres como dicho de paso, advierte lo que añadió, ve cómo concluyó: Llamad y se os abrirá (Mt 7,7). Considera, pues, lo que añadió. Quiso que pidieras para recibir; que buscaras para hallar y que llamaras para entrar. Por tanto, dado que nuestro Padre sabe ya lo que necesitamos, ¿para qué pedir? ¿Para qué buscar? ¿Para qué llamar? ¿Para qué fatigarnos en pedir, buscar y llamar, a fin de instruir a quien ya sabe? Son también palabras del Señor, dichas en otro lugar: Conviene orar siempre y no desfallecer (Lc 18,1). Si conviene orar siempre, ¿cómo dice: No habléis mucho? ¿Cómo voy a orar siempre, si acabo luego? En un lado me mandas que acabe luego, en otro me ordenas orar siempre y no desfallecer; ¿qué es esto? Pide, busca, llama para entender también esto. Pues la razón de que esté oscuro no es despreciarte, sino ejercitarte. Por tanto, hermanos, debemos exhortarnos mutuamente a la oración, tanto yo como vosotros. En medio de la multitud de los males del mundo actual no nos queda otra esperanza que llamar en la misma oración, creer y mantener fijo en el corazón que lo que tu Padre no te da es porque sabe que no te conviene. En efecto, tú sabes lo que deseas; lo que te es provechoso, lo sabe él. Suponte que te has puesto en manos de un médico y que estás enfermo, como es en verdad, pues toda esta nuestra vida no es otra cosa que una enfermedad, y una larga vida no es otra cosa que una larga enfermedad; suponte, pues, que, enfermo, te has puesto en manos de un médico. Recién llegado, te agradó dar el paso y pedir al médico un trago de vino. No se te prohíbe pedirlo; puede darse que no te haga daño y hasta te convenga tomarlo. No dudes en pedirlo; pídelo sin vacilar; pero si no lo recibes, no te entristezcas. Si esto se da con el médico corporal, ¿cuánto más con Dios médico, creador y restaurador tanto de tu cuerpo como de tu alma?
Sermón 80,2


0 Reactions to this post

Add Comment

Publicar un comentario