jueves, 4 de febrero de 2016

// //

De la mano de San Agustín (4): No porque él quedó vacío perdiste tú la recompensa

 Pero existe otro sentido que ahora ocupa más mi mente. No oculto que advierto que me atañe más a mí y a todos nosotros, los dispensadores, pero también os atañe a vosotros, los oyentes. Quien saluda desea salud. De hecho, también los antiguos comenzaban escribiendo sus cartas de este modo: «Fulano saluda a mengano». Saludo recibe su nombre de salud. ¿Qué significa, pues, no saludéis a nadie en el camino? (Lc 10,4) Quienes saludan en el camino lo hacen ocasionalmente. Ya veo que habéis entendido inmediatamente; mas no por eso debo concluir ya la exposición, pues no todos han sido tan rápidos en entender. Al verlos hablar, he reconocido a los que han entendido, pero, por su silencio, reconozco a los más que aún requieren explicación. Pero, dado que hablamos del camino, comportémonos como si fuéramos de camino: los más rápidos, esperad a los más lentos y caminad todos a la par. ¿Qué he dicho, pues? Quien saluda en el camino saluda ocasionalmente, pues no se dirigía hacia el que de hecho saluda. Traía una cosa entre manos, pero le salió al paso otra. Se dirigía a hacer una cosa y se le cruzó otro quehacer. ¿Qué es, por tanto, saludar ocasionalmente? Anunciar la salud por oportunismo. Pero ¿qué otra cosa es anunciar la salud, sino predicar el Evangelio? Luego si lo predicas, hazlo por amor, no por oportunismo. Hay, en efecto, hombres que anuncian el Evangelio buscando otra cosa. De ellos dice el Apóstol lamentándose: Todos buscan su propio interés, no el de Jesucristo (Flp 2,21). También estos saludaban, es decir, anunciaban la salud, predicaban el Evangelio, pero buscaban otra cosa, y a eso se llama saludar por oportunismo. ¿Y qué es esto? Si eres así, seas quien seas, lo haces; más aún, tú que lo haces, si eres así, más que hacerlo tú, se hace en ti. Pues quienquiera que seas tú que te comportas así, no eres igual a ellos, sino que tal vez ese tal es algún otro.

En efecto, también a esos los aceptó el Apóstol; pero no les ordenó que fuesen así. También ellos hacen algo y se obtiene provecho de ellos. Buscan otra cosa, pero anuncian a Cristo. No te preocupes de lo que busca el predicador; quédate con lo que anuncia. No mires, ni te interese lo que él pretende. Escucha la salud de su boca, quédate con la salud aunque venga de sus labios. No te constituyas en juez de su corazón. Pero adviertes que él va tras otra cosa; ¿a ti que te importa? Escucha la salud. —«Haced lo que dicen» (Mt 23,3). Te dio seguridad. —«¿Y qué es eso?». —«Haced lo que dicen». —«Pero obran mal». —«No hagáis lo que hacen» (Mt 23,3). Obran bien, es decir, no saludan en el camino, no anuncian el Evangelio por oportunismo: Imitadlos como también ellos imitan a Cristo. Quien te predica es bueno: toma la uva de la misma vid. Quien te predica es malo: coge la uva, aunque penda del seto espinoso. El racimo ha crecido entre las zarzas, pero no ha nacido de ellas, aunque el sarmiento esté enredado en ellas. Por tanto, cuando lo ves así, si tienes hambre, cógelo con cuidado, no sea que al meter la mano para coger el racimo te pinchen las espinas. Esto es lo que te digo: oye así lo que es bueno, para no imitar las malas costumbres. Predique por oportunismo, salude en el camino; él será el perjudicado por no haber prestado oídos al precepto de Cristo: No saludéis a nadie en el camino ( Lc 10,4). Nada te dañará a ti el oír la salud, ya sea de un transeúnte, ya de quien viene a ello expresamente; lo importante es que la posees. Oye al Apóstol que, como te lo había prometido, acepta lo dicho: ¿Qué importa, con tal que se anuncie a Cristo, ya por oportunismo, ya por la verdad? También esto me causa gozo y me lo seguirá causando. Pues sé que redundará en beneficio de mi salvación, gracias a vuestra oración (Flp 1,18-19).

Así, pues, tales apóstoles de Cristo, tales predicadores del Evangelio, los que no saludan en el camino, es decir, los que no buscan otra cosa (Cf Flp 2,21), sino que anuncian el Evangelio movidos por el doble amor, vengan a la casa y digan: Paz a esta casa (Lc 10,5). Estos no lo dicen solo de boca; vierten aquello de que están llenos. Predican y poseen la paz. No son de los que se dijo: Paz, paz, y no hay paz (Jr 8,11). ¿Qué significa: Paz, paz, y no hay paz? La predican, pero no la poseen; la alaban, pero no la aman; dicen, pero no hacen (Mt 23,3). Con todo, tú recibe la paz, ya anuncien a Cristo por oportunismo, ya por servir a la verdad. Por tanto, cuando quien está lleno de paz saluda diciendo: Paz a esta casa, si hay en ella algún hijo de la paz, descansará sobre él su paz; si, al contrario, no se halla allí un hijo de la paz, nada perdió quien saludó: Volverá —dice— a vosotros (Lc 10,6). Vuelve a ti la paz que no se apartó de ti. Pues esto es lo que quiso decir: «A ti te aprovecha el haberla anunciado; al que no la acogió, de nada le sirvió. No porque él quedó vacío perdiste tú la recompensa. A ti se te paga según tu buena voluntad; se te paga según el amor que pusiste. Te paga quien te dio seguridad por la voz del ángel: Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad (Lc 2,14).
Sermón 101, 9-11

0 Reactions to this post

Add Comment

Publicar un comentario