sábado, 21 de mayo de 2016

// //

De la mano de San Agustín (6):Invocación para conocer a Dios

Que yo te conozca, conocedor mío, que yo te conozca como tú me conoces1, Virtud de mi alma, entra en ella y ajústala a ti, para que la tengas y poseas sin mancha ni arruga2.

Esta es mi esperanza, por eso hablo; y en esta esperanza me gozo cuando mi alegría es sana. Las demás cosas de esta vida, tanto menos se han de llorar cuanto más se las llora, y tanto más se han de llorar cuanto menos se las llora.

He aquí que amaste la verdad3, porque el que obra la verdad viene a la luz4. Yo la quiero obrar en mi corazón, delante de ti por esta mi confesión y delante de muchos testigos por este mi escrito.
 
Y ciertamente, Señor, a cuyos ojos está siempre desnudo el abismo de la conciencia humana, ¿qué podría haber oculto en mí, aunque yo no te lo quisiera confesar? Lo que haría sería escondérteme a ti de mí, no a mí de ti. Pero ahora que mi gemido es testigo de que yo me desagrado a mí, tú brillas y me places y eres amado y deseado hasta avergonzarme de mí y desecharme y elegirte a ti, y así no me plazca a ti ni a mí si no es por ti.

Quienquiera, pues, que yo sea, manifiesto soy para ti, Señor. También he dicho yo el fruto con que te confieso; porque no hago esto con palabras y voces de carne, sino con palabras del alma y clamor de la mente, que son las que tus oídos conocen. Porque, cuando soy malo, confesarte a ti no es otra cosa que desplacerme a mí; y cuando soy piadoso, confesarte a ti no es otra cosa que no atribuírmelo a mí. Porque tú, Señor, eres el que bendices al justo5 pero antes, de impío le haces justo6.

Así, pues, mi confesión en tu presencia, Dios mío, se hace callada y no calladamente: calla en cuanto al ruido [de las palabras], clama en cuanto al afecto. Porque ni siquiera una palabra de bien puedo decir a los hombres si antes no la oyeres tú de mí, ni tú podrías oír algo tal de mí si antes no me lo hubieses dicho tú a mí.
Conf. X, I- II

0 Reactions to this post

Add Comment

Publicar un comentario