lunes, 20 de marzo de 2017

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Jn 4, 5-42: Si le pide agua, es porque tenía sed de su fe


 Y llega una mujer. Es figura de la Iglesia, no justificada aún, pero que pronto se justificará; de esto, en efecto, habla nuestra lectura. Y viene sin saber nada y encuentra a Jesús, y Jesús entabla conversación con ella. Veamos qué conversación y para qué. Llega una mujer de Samaria a sacar agua. No pertenecían los samaritanos a la nación judía; no eran del pueblo elegido. Es un símbolo de la realidad la venida de esta mujer extranjera, que era figura de la Iglesia, porque ésta se formaría de los gentiles, gente extraña a los judíos. Oigamos, pues, nosotros en ella y reconozcámonos en ella, y en ella demos gracias también a Dios por nosotros. Aquélla era la figura, no la verdad; ella fue primero símbolo y luego fue verdad, porque creyó en Aquel que quería hacer de ella figura de nosotros.

Llega, pues, a sacar agua. Jesús le dice: “Dame de beber”. Los discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La samaritana le dice: “¿Cómo tú, que eres judío, me pides agua a mí, que soy una mujer samaritana?” Los judíos no tienen trato con los samaritanos.

Por aquí se echa de ver que eran extranjeros. Jamás se sirven los judíos de sus cántaros, y porque esta mujer llevaba un cántaro para sacar agua, se extraña de que un judío le pidiese agua, ya que los judíos no suelen hacer eso. Mas, si Él le pide agua, es porque tenía sed de su fe.

Escucha, finalmente, quién es el que pide de beber. Jesús le contestó: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, seguramente se lo hubieres pedido tú a él y te hubiera dado agua viva”. Pide agua y promete agua. Muestra como una necesidad de recibir y, al mismo tiempo, se muestra desbordante como para saciar. ¡Si conocieras, dice, el don de Dios! El don de Dios es el Espíritu Santo. Todavía le habla Jesús veladamente, pero poco a poco va entrando en su corazón. Ya la está enseñando ciertamente. Pues ¿qué hay más dulce y benigno que esta exhortación? Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú seguramente le pedirías a él, y te daría agua viva. ¿De qué agua iba a darle, sino de aquella de la que está escrito: En ti está la fuente viva? Y ¿cómo podrán tener sed los que se nutren de lo sabroso de tu casa?

Jesús, pues, le prometía un alimento fuerte y la hartura del Espíritu Santo; mas ella aún no entendía; y ¿qué es lo que en su ignorancia le pide? La mujer de dice: “Dame de esa agua para que se apague mi sed y no tenga que volver acá a sacarla”. La necesidad la obligaba al trabajo, que su debilidad rehusaba. ¡Ojalá hubiera podido escuchar: ¡Venid a mí todos los que trabajáis y estáis cargados, y yo os aliviaré! Pues Jesús se lo decía a ella para que no trabajase ya más; pero ella aún no caía en la cuenta.
In,Jn. 15, 10-12. 16-17

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