Ante el Señor tenemos que ser siempre humildes, lo cual conlleva
vivir con un corazón agradecido. Es cierto que la vida parece ser
siempre una invitación a levantarnos, a creernos más que nadie, a tener
prisa haciéndonos creer que somos muy capaces de todo y…, luego,
quedamos en una lamentación al vernos muy solos y muy vacíos. Cuando
leemos hoy: No hay más Dios que tú; El Espíritu viene en ayuda de
nuestra debilidad; El Reino de los Cielos se parece a un hombre que
sembró buena semilla en su campo …, ojala nos dirigiéramos al Señor para
decirle: Gracias, Dios mío, porque me das tanta posibilidad para creer
en Ti y orientas mi vida según tu voluntad.
Adelanto una idea, una verdad: quien decide hacer del Reino el sentido de su vida, mantendrá aspectos de su existencia pasada (somos siempre pecadores) pero se abrirá también a lo nuevo, a esa gracia maravillosa que el Señor intenta hacer llegar al corazón para iluminar su camino y sentir en su interior que cada día experimenta una siembra de Dios y, con una mirada hacia el horizonte sin perder la presencia divina “que cuida de todo”. Lo más hermoso en nuestra vida es que Dios habita en nosotros y sostiene nuestro peregrinar. Necesitamos a lo largo de nuestro camino mucha fe para que no se obstaculice el plan de Dios en nosotros.
A veces nos falta mucha lógica: estamos muy acostumbrados a abrir caminos con el fin de que nosotros, al intentar dar un nuevo sentido a nuestra existencia, hasta casi forzamos el interés y la ilusión. Y ¿qué pensamos de Dios con nosotros? ¿Acaso se puede pensar en el ilimitado amor de Dios que no cesa de mimar nuestro camino situándonos junto a Él y fortaleciéndonos constantemente para que no decaigamos? No generalicemos la parábola y centrémosla en nuestra persona ya que el campo donde el Hijo del hombre siembra la buena semilla es el mundo donde estamos nosotros; el trigo y la cizaña crecen juntamente en nuestro interior y nos encontramos entremezclados.
Recordemos que la intención del evangelista es señalar la presencia del mal incluso en el interior de la comundad eclesial. Lejos de vida pura e incontaminada, la Iglesia en todos sus sentidos, siempre lleva dentro de sí algo de cizaña. En la propia conciencia dirijámonos a Dios y digámosle: Tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te buscan. Esta es la gran lección para nosotros, la forma sincera de obrar y la certeza de poner en Dios toda la esperanza a la vez que el camino sea según el ejemplo de Cristo y suscite en nuestros corazones el poder y querer vivir en la verdadera libertad.
Caminar en la vida con la certeza de agradar a Dios tiene siempre como base el Espíritu que nos ayuda e intercede por nosotros. Es así como podemos dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza, cuando confiamos nuestra existencia personal y comunitaria al Espíritu de Dios que llena no solo la Iglesia sino también la pequeña realidad nuestra y nos convierte en testigos de la fe.
RESPUESTAS desde NUESTRA REALIDAD
A la luz de la parábola examinemos nuestro caminar por la vida, poder vivir el momento presente con lucidez y la lucidez nos impulsa a dar a la vida un signo de verdad. Más aún; nuestra vida tiene sentido, presente y futuro, cuando va ligada al libre designio y generosidad de Dios. Pero ¿tenemos conciencia plena de la primacía de Dios en nosotros? Si esto es verdad, la vida marca razón de nuestra fe y de nuestra esperanza, confíamos nuestra existencia personal al Espíritu de Dios que llena no solo la Iglesia sino también nuestra pequeña realidad. Encontramos a Dios, aprendemos que Dios es nuestro Padre, hallamos a Jesús, .lo vemos presente, vivimos en Dios y para Dios…
ORACION .- Múestrate propicio con tus siervos, Señor, y multiplica los dones de tu gracia sobre ellos, para que, encendidos de fe, esperanza y caridad, perseveren siempre, con observancia atenta, en tus mandatos. Por J. N. S. Amén.
PENSAMIENTO AGUSTINIANO
Ved, pues, que quienes no aman la paz han sido desheredados y no aman la paz quienes dividen la unidad. La paz es posesión de los poderosos, posesión de los herederos ¿Quiénes son los herederos? Los hijos. Escuchad el Evangelio: <Dichosos los pacíficos porque serán llamados hijos de Dios> (san Agustín en comentario al salmo 124,10).
P. Imanol Larrínaga, OAR.
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