domingo, 27 de agosto de 2017

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DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

Por tanto, amadísimos, dado que no dudamos de la verdad que encierra, estudiemos con atención esta frase: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en la carne, procede de Dios (1Jn 4,2). Hay que convencer a los antes mencionados de que no confiesan que Cristo viniese en la carne, pues si les aceptamos esta confesión, tendremos que admitir que vienen de Dios. ¿Cómo alejaros o disuadiros de sus errores o cómo defenderos contra ellos con el escudo de la verdad? Ayúdenos el Señor, pues hasta vuestra expectación es una oración por mí, para convencer a éstos de que no confiesan que Cristo haya venido en la carne.

 El arriano lo oye y a su vez predica el parto de la Virgen María. ¿Confiesa, entonces, que Cristo ha venido en la carne? No. ¿Cómo lo probamos? Con suma facilidad, si el Señor ayuda vuestras inteligencias. ¿Qué deseamos saber? Si confiesa que Jesucristo ha venido en la carne. ¿Cómo puede confesar que Jesucristo haya venido en la carne quien niega al mismo Cristo? ¿Quién es, en efecto, Cristo? Preguntémoselo al bienaventurado Pedro. Cuando se leyó ahora el Evangelio, oísteis que, habiendo preguntado el mismo Señor Jesucristo quién decían los hombres que era él, el hijo del hombre, los discípulos respondieron presentando las opiniones de la gente: Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas (Mt 16,14). Quienes esto decían o dicen no ven en Jesucristo más que a un hombre. Y si no ven en Jesucristo más que a un hombre, con toda certeza no conocen a Jesucristo. En efecto, si sólo es un hombre y nada más, no es Jesucristo. ¿Vosotros, pues, quién decís que soy yo? —les pregunta—. Responde Pedro, uno por todos, porque en todos está la unidad: Tú eres Cristo, el hijo de Dios vivo (Mt 16,16).

He aquí la confesión verdadera y plena. Debes unir una y otra cosa: lo que Cristo dice de sí y lo que Pedro dice de Cristo. ¿Qué dijo Cristo de sí? ¿Quién dicen los hombres que soy yo, el hijo del hombre?(Mt 16,13) ¿Y qué dice Pedro de Cristo? Tú eres Cristo, el hijo de Dios vivo (Mt 16,16). Une las dos cosas y así Cristo ha venido en la carne. Cristo afirma de sí lo menor, y Pedro, de Cristo, lo mayor. La humildad habla de la verdad, y la verdad, de la humildad; es decir, la humildad, de la verdad de Dios, y la verdad, de la humildad del hombre. ¿Quién —pregunta— dicen los hombres que soy yo, el hijo del hombre? Os digo lo que me hice por vosotros; di tú, Pedro, quién es quien os hizo. Por tanto, quien confiesa que Cristo ha venido en la carne, automáticamente confiesa que el hijo de Dios ha venido en la carne. Diga ahora el arriano si confiesa que Cristo ha venido en la carne. Si confiesa que el hijo de Dios ha venido en la carne, entonces confiesa que Cristo ha venido en la carne. Si niega que Cristo es hijo de Dios, desconoce a Cristo; confunde a una persona con otra, no habla de la misma. ¿Qué es, pues, el hijo de Dios? Como antes preguntábamos qué era Cristo y escuchamos que era el hijo de Dios, preguntemos qué es el hijo de Dios. He aquí el hijo de Dios: En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios; ésta estaba en el principio junto a Dios (Jn 1,1-2). En el principio existía la Palabra. ¿Qué estás diciendo, arriano? En el principio —según el Génesis— creó Dios el cielo y la tierra (Gn 1,1); tú, en cambio, dices: «En el principio creó Dios a su Palabra». En efecto, dices que la Palabra ha sido hecha, la tienes por una criatura. Así, pues, tú dices: «En el principio creó Dios la Palabra», pero el evangelista dice: En el principio existía la Palabra. Y por eso Dios hizo al principio el cielo y la tierra, porque existía la Palabra. Todas las cosas fueron hechas por ella (Jn 1,3). Afirmas que ha sido hecha; si esto afirmas, niegas que sea hijo.
S 183, 2-4

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