sábado, 2 de septiembre de 2017

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MADRE ESPERANZA AYERBE DE LA CRUZ,

DE LA VIDA DE CLAUSURA A LA VIDA MISIONERA

Nació el 8 de junio de 1890, en Monteagudo (Navarra, España), fue bautizada el día 10 del mismo mes y año donde le impusieron el nombre de Salustiana Antonia. El 08 de junio de 1917, ingresa en el Real Convento de la Encarnación de Madrid para hacerse Agustina Recoleta contemplativa. El 8 de diciembre de 1917 inició su noviciado y cambió su nombre de Antonia por el de Sor Esperanza de la Cruz, porque la asoció a su devoción favorita a Cristo crucificado. Hizo su primera profesión el día 10 de diciembre de 1918 y la profesión solemne el 19 de mayo de 1921. Hasta 1930 su vida transcurre en el claustro, siendo un modelo de fidelidad a su vocación contemplativa, un ejemplo de piedad ilustrada, de fervor eucarístico y de entrega a las exigencias comunitarias. Caritativa, discreta, silenciosa y humilde, dedicada sólo a cumplir el deber de cada día, repetía: “Ya Dios mío, solamente a Ti quiero seguir, a Ti sólo buscar, en Ti sólo descansar”.

A finales del año 1930 el prefecto apostólico de Kweithfú, China, fray. F. Javier Ochoa, agustino recoleto, visita España buscando religiosas para su misión. Sus hermanas contemplativas, han seguido de cerca el desarrollo de esta parcela misionera encomendada a la Orden; por eso cuando el misionero les invita a participar activa y directamente en la tarea evangelizadora, son muchas las que se ofrecen. Sor Esperanza oye la voz de Dios invitándola a dejar la paz del monasterio y embarcase en esta nueva aventura, y aunque le cuesta dejar su comunidad, el pensar que es la voluntad de Dios le da la fortaleza que necesita y es aprobada por la Santa Sede para ir a China junto con otras dos agustinas recoletas del convento del Corpus Christi de Granada, sor Ángeles García y sor Carmela Ruiz.

El día 3 de febrero de 1931 se despide de sus hermanas de comunidad y deja la clausura para unirse a sus dos nuevas compañeras. Escribe a la priora del convento de Granada: “Siento tanta fortaleza y una alegría inmensa que supera a toda la pena  que naturalmente tiene este corazón tan de carne… Nada le digo madre mía, de mis entusiasmos misioneros; llegan al colmo. Y confío que esta obra llegará hasta el fin. Pidan mucho para que Jesús sea siempre nuestra fortaleza y nuestro consuelo”. En su pueblo natal, Monteagudo, en el Santuario de la Virgen del Camino, el día 22 de febrero, el P. Prefecto apostólico les impuso el crucifijo a las tres misioneras que embarcarían en Barcelona el día dos de marzo rumbo al oriente. Llegaron a la misión el día 19 de mayo del mismo año 1931, y la M. Esperanza es nombrada superiora de la comunidad y encargada de distribuir los trabajos que tendrán a su cargo. Como sabe que la fecundidad en el apostolado proviene de la unión con Dios, puso especial empeño en que la oración ante Jesús Sacramentado ocupara el mismo tiempo que en sus monasterios de origen.

El 27 de junio de 1936, con el visto bueno de Roma y de sus respectivos monasterios, pasan a pertenecer a la congregación de Agustinas Recoletas de Filipinas. Y la voluntad de Dios la obliga de nuevo a cambiar de rumbo:

“…después de haber trabajado cerca de nueve años en la misión de Kweitehfu, ya cuidando de las huerfanitas de la  Santa Infancia, educando y formando en el espíritu religioso a las religiosas indígenas, cuidando y curando enfermos, catequizando y bautizando in artículo mortis a cuantos hallábamos y podíamos instruir en las verdades de la Santa fe, (…) el día 3 enero de 1940 salíamos de la misión el Excmo. Sr. Vicario apostólico mons. F. Javier Ochoa sor Carmela Ruiz de S. Agustín y una servidora… nosotras para ir a Manila y monseñor Ochoa para acompañarnos y ayudarnos a preparar nuestro viaje para España”. El proyecto es juntarse con ellas en España a los pocos meses para poner en marcha el sueño largo tiempo acariciado de abrir un noviciado en la madre patria.

Jóvenes deseosas de entregar su vida a Dios como misioneras, muy pronto llenaron la casa noviciado, y al interrumpirse la comunicación con los países de Oriente, la M. Esperanza recibió de Roma todas las facultades para admitirlas y abrir nuevas casas para establecerse en otros lugares. De ese modo fundó comunidades en el sur de España y luego en 1945 en Colombia.

En enero de 1947 al decretar Roma la separación de las nuevas casas, del instituto de Filipinas, y formar una nueva congregación, la M. Esperanza fue nombrada superiora general de la misma, cargo que desempeñó hasta 1962, en que renunció por motivos de salud. En su tiempo, la congregación se extendió por España, Colombia, Brasil, Venezuela, Argentina y Ecuador. Como era propio de su cargo, varias veces cruzó los mares para visitar las comunidades de los diferentes países, dejando en todas las hermanas honda huella por su delicado trato maternal y su profunda espiritualidad.  La comunidad de agustinos recoletos de la misión de Lábrea, en el interior del Amazonas de Brasil, consignó en el libro de hechos notables de 1955: “La visita de la Rvda. madre Esperanza fue muy provechosa… Le gustó mucho Lábrea, pues tiene alma de misionera. A todos nos gustó y nos dejó edificados; percibimos su heroísmo. Los médicos le habían prohibido viajar en avión, pero ella viajó en avión desde Río de Janeiro, para que sus hijas de Lábrea no quedasen sin el consuelo de su maternal visita”.

Siempre misionera y siempre contemplativa en medio de las tarea y responsabilidades. Talante que quiso transmitir a sus hijas: “Consagrémonos todas al amor de nuestro divino esposo, Jesús, y meditemos sin cesar en cómo  y cuánto nos ha amado, cómo sigue amándonos, cómo desea multiplicarnos para enviarnos por todo el mundo a ganarle almas y darle toda la gloria que le debemos”. “Si somos verdaderamente de Jesús debemos seguir en todo su divino ejemplo, procurando por todos los medios que estén a nuestro alcance la mayor gloria del Padre y el mayor bien de nuestros hermanos”.

Y la vida se va desgastando en la entrega de cada día. Muy enferma y sufriendo mucho en los últimos días decía: “Yo no pido al Señor ni la muerte ni la vida, pero mentiría si dijese que estoy indiferente. Yo quiero ir con Él, y mejor hoy que mañana… Sí, ver y amar a Dios sin peligro de perderle, sin temor de ofenderle… ¡Dios! En Dios está todo, lo que Él quiera, quiero yo”. Él quiso llevarla el 23 de mayo de 1967 a disfrutar del encuentro con su  Único Amor. Y fue en la casa-madre de las misioneras agustinas recoletas, de Monteagudo, su pueblo natal. La causa de canonización fue introducida en 1991 y clausurada el 1994. La Congregación de la Causa de los Santos, la reconoce Sierva de Dios el 4 de abril de 1997.

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