Basándose en la Constitución
Lumen Gentium, la Exhortación Apostólica Vida Consagrada define la comunidad
religiosa como "espacio humano habitado por la Trinidad" y esta
realidad se concreta en modalidades distintas de vida en común en la comunión
eclesial (41). Sigue indicando el documento, "la participación en la comunión trinitaria puede transformar las
relaciones humanas, creando un nuevo tipo de solidaridad" (41). Y la
comunidad religiosa, más que medio para la misión, es en sí "espacio teologal" en el que
se puede experimentar la presencia mística del Señor resucitado (cf. Marcos 18,
20) (42).
Esto nos demuestra que la
comunidad cristiana, y por tanto la comunidad religiosa, primero es comunidad;
es decir, "espacio humano". Realización, por tanto, de la dimensión
social de la persona, el ser-con-los-otros. Hasta aquí podemos entender que se
identifica con cualquier tipo de comunidad. Está sujeta a las mismas leyes
sociológicas, con su código de relaciones humanas comunes, dando cabida a una
experiencia de amistad intensa y compartida, y madurando en su realización de
una forma progresiva, según leyes psicosociológicas concretas.
Pero hay que insistir en lo
que identifica este tipo de sociedad religiosa cristiana frente a cualquier
otra sociedad o comunidad, o fraternidad, al concretar que es "espacio
humano habitado por la Trinidad".
El Vaticano II indica que la
vida religiosa pertenece a la Iglesia, decididamente a su vida y a su santidad,
y que debe colocarse en el centro de la misma vida eclesial (cf. Lumen Gentium
44d). Por tanto, participa del misterio mismo de la Iglesia en la definición
que de ella ofrece la Lumen Gentium.
Nos encontramos con la mejor
definición de la comunión eclesial como signo distintivo de la Iglesia. Esa
capacidad de relación del ser humano como imagen de Dios siente su ´plenificación´
al ser invitado a entrar en la vida trinitaria, que, básicamente, es comunión
también. El documento La Vida Fraterna en
comunidad, siguiendo la Constitución Gaudium
et Spes, indica: "El Dios Creador, revelado como Amor, como Trinidad y
comunión, ha llamado al hombre a entrar en íntima relación con Él y a la
comunión interpersonal, o sea, a la fraternidad universal" (n. 9).
Hallamos aquí la explicación
más nítida del misterio de la fraternidad cristiana y de la expresión concreta
en la comunidad eclesial y religiosa.
Esta comunión originaria se
fue deteriorando en el exordio de la humanidad, y el Padre, en su designio de
salvación, envía al Hijo para transformar de nuevo, a través de su misterio
pascual, esas relaciones deterioradas en relaciones de nuevo fraternales bajo
la fuerza del Espíritu, que es Espíritu de comunión del Padre y del Hijo
(Efesios 2, 14,16), e iniciando experiencias concretas de comunión en la vida
comunitaria de las comunidades iniciales cristianas (cf. Hechos 4, 32- 35).
La misma presencia del
Espíritu construye esa unidad orgánica, dentro de la comunión eclesial, en el
mismo Cuerpo de Cristo: "Él unifica la Iglesia en comunión y en el
ministerio, la coordina y la dirige con diversos dones jerárquicos y
carismáticos que se complementan entre sí y la hermosea con sus frutos"
(Vida fraterna en comunidad 9).
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