jueves, 10 de septiembre de 2020

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LOS CINCO MINUTOS DEL ESPÍRITU SANTO


Cuando algún problema te agobia, tienes que detenerte a contárselo al Espíritu Santo. Nadie te pide que enfrentes tus dificultades solo. Lo tienes a él. Pero no le cuentes sólo lo que te sucede, sino lo que sientes en tu interior a causa de ese problema. Porque a veces lo peor no son las cosas que nos pasan, sino lo que nos hacen sentir por dentro. Si has discutido con un hijo o con un amigo, quizás no sufras tanto por la discusión, sino porque esa discusión te hace sentir que todos te abandonan, que nadie es fiel, o que eres desagradable y por eso nadie te ama. Quizás eso despierte tu temor a quedar solo y abandonado.

Las cosas que nos pasan despiertan todos nuestros monstruos interiores.
Por eso, es necesario que le cuentes todo al Espíritu Santo, todo eso que da vueltas en tu interior. Porque él puede ayudarte a resolver tu problema, pero sobre todo puede curarte interiormente, para que no te sientas tan débil, para que no te sientas tan solo, para que puedas sacar lo mejor de tu ser y salgas adelante.
Es mejor que derrames todo en su presencia sin ocultarle nada, y que dejes que él te consuele. Porque el Espíritu Santo es el verdadero "Consolador".

Los Cinco Minutos de San Agustín

 
Nosotros los cristianos, en comparación con los infieles, somos luz. No obstante, porque el día en que vivimos es todavía noche en comparación con aquella luz que esperamos llegar, Pedro nos dice que vino sobre Cristo aquella voz que decía: "Este es mi hijo muy amado, en quien me complazco." Y nosotros mismos - dice- oímos esta voz venida del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. Pero, como nosotros no estábamos allí y no o oímos esta voz del cielo, cuando venga nuestro Señor Jesucristo ya no tendremos necesidad de lámparas: no será necesario que nos lean los libros proféticos ni los escritos del Apóstol, ya que no tendremos que indagar el testimonio de Juan, y el mismo Evangelio dejará de sernos necesario. Ya no tendrá razón de ser todas las Escrituras que en la noche de este mundo se nos encendían a modo de lámparas, para que no quedáramos en tinieblas.

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