Uno de los aspectos más fuertes de nuestra existencia es el deseo de vivir intensamente. Eso es lo que lleva a muchos jóvenes a tomar un auto y llevarlo a toda velocidad, o a buscar drogas excitantes, o a desbocarse en relaciones sexuales cada vez más desenfrenadas, etc.
Es mejor que no nos engañemos con
esas falsas fuentes de vida. Cultivemos lo más grande y noble que tenemos, la
vida interior. Si no lo hacemos, buscaremos cada vez más esas falsas
experiencias que nos engañan, y cada vez nos sentiremos más muertos por dentro.
Algunos viven confundidos, creyendo
que entregarse al Espíritu Santo es peligroso, como si él pudiera quitarles el
entusiasmo por vivir. Nada más contrario a la realidad. Porque el Espíritu
Santo es vida, vida pura, vida plena, vida divinamente intensa, vida total. Y
si algo en este mundo tiene vida, es porque allí está el Espíritu Santo
derramando una gota de su vida infinita. Leamos cómo lo dice la Biblia:
"El Espíritu es el que da la vida" (Juan 6,63). "La letra mata,
pero el Espíritu da vida" (2 Corintios 3,6).
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Los Cinco Minutos de San Agustín de
Hipona
Eres grande, Señor,
y muy digno de alabanza; eres grande y poderoso, tu sabiduría no tiene medida. Y el hombre, parte de tu creación, desea
alabarte; el arrastra consigo su condición mortal, la convicción de su pecado y
la convicción de que tú resistes a los soberbios. Y, con todo, el hombre, parte
de tu creación, desea alabarte. De ti proviene esta atracción a tu alabanza,
porque nos has hecho para ti, y nuestro corazón no halla sosiego hasta que
descansa en ti.
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