Veamos, pues, qué es
el niéguese a sí mismo. Grande es, amadísimos hermanos, la
recompensa que tenemos a nuestro alcance. Acabamos de escuchar la confesión del
bienaventurado mártir Cipriano: «Yo adoro a un único Dios, que hizo el cielo y
la tierra, el mar y cuanto hay en ellos». Calla Dios, pero hablan sus obras.
Ved a qué Dios, a cuál Dios; mejor, no tal o cual, sino simplemente el Dios en
quien creyó Cipriano. ¿Qué significa, pues, niéguese a sí mismo?
Niégate a ti mismo. ¿Y qué significa esto? ¿Se te obliga a negar a Dios? Niégate
a ti, pero no niegues a Dios. No ames esta vida temporal y esfuérzate, por el
contrario, por la vida eterna; más aún, cede ante la vida eterna para hacerte
eterno también tú; niégate para confesar a Dios; niégate, hombre, para ser como
los ángeles; niégate, hombre mortal, para que, después de haber confesado a
Dios, merezcas vivir por siempre. He aquí que amas la vida temporal: No quieras
negar a Dios por no negarla a ella. Si Dios, a quien negaste y a quien no
quisiste confesar, se aparta de ti, tendrás la vida temporal, que no quisiste
negar. Veamos, pues, por cuánto tiempo has de durar en esta vida. Llegará el
mañana, y después del mañana, otro día, y después de muchos más llegará el fin.
¿Y adonde irás? ¿Adónde saldrás? Ciertamente, hacia Dios, a quien negaste. ¡Oh
desgraciado e infeliz! Negaste a Dios, y quieras o no, has perdido también la
vida temporal. Esta vida, hermanos amadísimos, queramos o no, pasa,
corre; neguémonos, pues, en esta vida temporal para merecer vivir por siempre.
Niégate a ti y confiesa a Dios. ¿Amas tu alma? Piérdela… Derrama la vida por
amor a la vida; pierde tu alma por amor a ella, puesto que, una vez que la
hayas perdido por Dios en este tiempo, la encontrarás en el futuro para que
viva eternamente. Derrama, pues, la vida por amor a la vida.
S 313 D, 2
0 Reactions to this post
Add CommentPublicar un comentario