viernes, 6 de abril de 2012

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SEXTA PALABRA

Consumatum est


Todo esta consumado; todo está cumplido. Era la palabra que aquella tarde estaba en todos los labios. Consumatum est dicen los pobres discípulos de Cristo, los que le habían seguido con tanta ilusion esperando siempre su triunfo, y el establecimiento de no sé qué reinos temporales. Y ahora lo veían terminar así, en el dolor y en la ignominia. Consumatum est dicen las turbas arracimadas en las laderas del Calvario, pesarosas quizás de que el espéctáuulo haya durado tan poco, de que haya sido tan breve la película, la tragedia tan divertida. Consumatum est dicen los enemigos del crucificado con fruición. Todo está terminado. Ved en qué ha venido a parar el orgullo del que se atrevía a poner en duda nuestra autoridad y a turbar nuestras conciencias con sus anatemas. Vedlo ahora ahí humillado y castigado por Dios. Mirad cómo se retuerce en la agonía el gusano, la víbora pisoteada. ¡Cómo cayó del cielo la orgullosa estrella!... Consumatum est dicen los políticos, Caifás, Pilatos. Ya terminó ese asunto enojoso. Ya podremos dormir en paz, sin miedos a complicaciones ni líos con Roma o con el César. Ahora a otra cosa.

Pero lo más extraño es que los labios del crucificado, húmedos todavía -con el vinagre del legionario- han pronunciado la misma frase: Consumatum est. Pero qué significado tan distinto tiene en esos labios la frase misma. Cuando en los labios de un moribundo suena esa frase: esto terminó, esto se acabó, esas palabras no son sino la confesión de una derrota, son las palabras de un vencido, resignado. Pero en los labios de Cristo esas palabras son un grito de triunfo, son palabras de un vencedor.

Consumatum est. Es decir, todas las profecías están cumplicas. Toda la historia de este moribundo, con todos sus detalles y circustancias estaba escrita miles de años antes del Calvario, y su consumatum est no significa sino que todos los capítulos de esta historia se han cumplido. Los profetas habían dicho que sería un descendiente de Abrahan, de Isaac y de Jacob, que sería de la tribu de Judá, que nacería en Belén, que llegarían unos reyes a visitarle, que sería desterrado a Egipto, que sería hijo de una Virgen, que le precedería un precursor, una voz que clamaría en el desierto; que entraría triunfante en Jerusalén sobre un humilde borriquillo. El profeta Isaías lo había descrito como el varón de dolores; su descripción ofrece una fotografía del que ahora pende de la cruz. Los profetas habían dicho que sería vendido por treinta monedas, que Judas había arrojado en el atrio del templo, porque después del arrepentimiento le quemaban en la mano como treinta brasas. Estaba anunciado que sus discípulos le abandonarían como un reato de ovejas acobardadas al ser herido el pastor. Estaba anunciado que pasarían y repasarían sus enemigos burlándose de Él, le taladrarían sus manos y sus pies, que le ajusticiarían entre malhechores, que le quitarían sus vestidos los verdugos y se jugarían a los dados su túnica. Y todo estaba consumado. Faltaba un detalle: el salmo 68 dice expresamente que en su sed le darían a beber vinagre, y en aquel momento un soldado había mojado una esponja con vinagre, la había sujetado a una caña de hisopo y se la había acercado a los labios resecos. Ahora ya estaban completados todos los detalles proféticos. Y cuando Jesús hubo gustado el vinagre, dijo: Consumatum est. Ahora todo esta cumplido, su misión mesiánica totalmente realizada.

Grito triunfal. Consumatum est. Es el grito del guerrero cubierto de heridas, una sola herida de los pies a la cabeza, chorreando sangre, agotado en el combate, pero que aún tiene aliento para decir al jefe: Misión cumplida. Sin novedad en el combate… Consumatum est. Era el hijo de familia al que su padre enviara a trabajar a la viña, que ahora, al caer de la tarde, volvía a casa con la herramienta al hombro, con la cruz a la espalda, agotadas las fuerzas y cubierto de sudor de sangre para decir al Padre: Padre, la obra que me encomendaste la he llevado a cabo; la faena está rematada. Mira cómo vengo: cubierto de sol, de sangre, muerto de sed, porque vengo de pisar las uvas en el lagar.

Consumatum est. Grito triunfal del maestro bueno, que ha explicado todas las lecciones del programa y que esta tarde ha leído su leccion definitiva, su lección de clausura, que después de enseñarnos cómo se debe vivir, ahora está enseñando cómo se debe morir, y después va a cerrar los labios y se va a quedar para siempre en la cátedra de ese momento. Pero no va a cerrar el libro abierto en la cruz para que puedan leerlo hasta los ciegos.

Consumatum est. Está consumado el dolor. Él cáliz de amargura que el Padre le preparó está agotado, lo ha bebido hasta las últimas heces. Consumatum est. Está consumado el amor que amó hasta el fin, el amor que ha hecho todo lo que podía hacer por el amor; dar la vida por el amor. Él tenía una viña, una viña ingrata, que era su amor, y hoy se ha dejado crucificar en medio de ella para regarla con su sangre. Cielo y tierra, sedme ahora testigo y decidme si podía hacer más por mi viña. Decid si mi amor podía hacer más por mi amor.

Consumatum est. Grito triunfal. Ite, missa est del sacerdote que acaba de consumar el sacrificio, de terminar la misa, aquella misa de treinta y tres años, que comenzó en aquella hora en que en las entrañas de la Virgen Madre se vistió de sacerdote y de víctima, y rezó su introito de ofrecimiento al entrar en el mundo, su santuario. Misa de treinta y tres años cuyo gloria in excelsis cantaron los ángeles por las colinas aquella noche en que su madre le envolvió en los primeros corporales, y puso el trigo sobre la paja de aquel pesebre. Misa de treinta y tres años en la que fue Él el único ministro, el subdiácono que cantó la epístola en el templo y en las sinagogas interpretando la escritura, y el diácono lanzando el evangelio a todos los vientos, en los poblados y en lo desiertos, en las lagunas y en las montañas. Misa de treinta y tres actos cuyo credo habían comenzado a cantarlo los que creían en Él y por Él en el Padre y en el Espíritu Santo, cuyo ofertorio había hecho en el Cenáculo consagrando su cuerpo para se entregado y su sangre para ser derramada por remisión de los pecados. Y ahora todo está terminado: la oblación y la inmolación. Ya tenemos al sacerdote eterno vestido para siempre con la casulla roja de su sangre; ya tenemos la víctima, ya tenemos el altar. Y no hace falta otro sacerdote ni otra víctima ni otro altar.

Que se rasgue el velo del santa sanctorum de arriba abajo; que vengan Tito y Vespasiano a quemar el templo, a destruir el lugar de los sacrificios viejos, que pasen a filo de espada a sacerdotes y levitas; que entren los caballos a romper con sus herraduras y a profanar con sus heces las losas del santuario; que se lleven a Roma como botín de guerra el candelabro de los siete brazos y los múltiples incensarios de oro, porque ya no hace falta ni templo ni altar, ni sacerdotes ni víctimas, ni santuario, porque ya no habrá más altar que esa cruz, ni más sacerdote ni más victima que ese crucificado.

Ecce agnus Dei, ecce qui tollit peccata mundi. Consumatum est. Ite Missa est. Que vengan los ángeles a apagar el sol y a enlutar el cielo, como apagan los monaguiilos los cirios del altar cuando acaba el santo sacrificio. Ite Missa est. Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda siempre sobre vosotros. Porque ya sois un pueblo de bendición, porque ya está lograda la reconciliación definitiva y por Él esta tarde Dios se ha inclinado sobre la humanidad redimida y la ha besado en la frente. Y no os preguntéis ahora por qué el Dios del antiguo testamento, el Dios tremendo y justiciero, el Dios que ciñe espada, el Dios de las grandes cóleras, el Dios que purificó las iniquidades del hombre primitivo con un diluvio de agua, y las abominaciones de Sodoma con un diluvio de fuego, el Dios que ha purificado tantas veces a los pueblos con diluvios de sangre, el Dios que en los últimos días purificará al mundo a fuego como se purifica la cama de un tísico, por qué ese Dios no acaba de una vez con esta humanidad prevaricadora. No preguntéis; porque la respuesta la tenéis en esa cruz y en ese crucificado. Y ¡ay de nosotros si un día bajara de esa cruz!, como le decían los que se burlaban de Él en el Calvario.

No. Santo Cristo de la sexta palabra, Cristo del Consumatum est. No bajes de esa Cruz. Sigue ahí, víctima y sacerdote, Cordero de Dios, reconciliación nuestra siempre en la vida y en la muerte. Y los hombres seguiremos obstinadamente pecadores. Y tú tienes que seguir obstinadamente diciendo: consumatum est.
 SERAFÍN PRADO SÁENZ - Sermón de las siete palabras - 1960


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