martes, 18 de noviembre de 2014

// //

De la mano de San Agustín (14)

Lc 19, 1-10  Son fuentes y manando aumentan

No obstante, amadísimos, prestad atención puesto que estábamos hablando de la adquisición de la posesión celestial. ¿Por ventura fue su valor lo que por ella dio Zaqueo y no lo que dio la viuda? Precio de la misma era lo que entregó Zaqueo, y precio de ella eran también las dos monedas de ínfimo valor. No existe comparación entre la mitad de los bienes de Zaqueo y los dos céntimos. Compara la voluntad de Zaqueo y la de la viuda. Hallarás que era desigual lo que dieron, pero idéntica la voluntad. Por tanto, no se entristezca tu corazón cuando das poco porque posees poco. Lo que es poco para el pobre, es mucho para el que conoce al pobre y al rico. Dios conoce con qué ánimo das, con qué voluntad. Guárdate únicamente de toda codicia  y da lo que sea por amor. 

¿Cabe hallar algo de menos valor que dos céntimos? Un vaso de agua fría. El que dé —dice— un vaso de agua fría a uno de los míos más pequeños, en verdad os digo que no perderá su recompensa (mt 10,42). ¿Cuánto vale el vaso de agua fría al que ni siquiera se aplica el fuego para calentarla? Por eso no habló simplemente de un vaso de agua, sino que añadió fría. Veis cuán poco es esto y cuán grande lo que adquirió. Pero hay algo de menos valor que un vaso de agua fría. ¿Qué? Nada. Si hay algo, ¿cómo es nada? Existe la nada y es nada. Nada es lo que das, pero Paz a los hombres de buena voluntad (Lc 2,14). A este precio la compraron los patriarcas y quedó en venta para los profetas. ¿Y no se reservó para los restantes? La compraron los profetas y la dejaron en venta para los apóstoles. La compraron los apóstoles y la reservaron para que la compraran los mártires. La compraron los mártires, y está íntegra para que la compremos nosotros. Amémosla, y la hemos comprado ya. 
 
No tienes motivo para decir: «Cuesta tanto y no lo tengo. Recibiré un préstamo por valor de equis dinero y con ello lo pago», como suelen decir los hombres cuando fijan cierta cantidad para comprar una casa o una posesión. No rebusques en tus arcas; vuelve a tu conciencia, donde hallas el precio de la posesión. Si en ella hay fe, esperanza y caridad, dalas y la has comprado; y cuando las hayas dado, no las pierdes. Pues no diste la fe y la perdiste, o diste la esperanza y la perdiste o, una vez que hayas dado la caridad, te quedarás sin ella. Son fuentes: tienen abundancia porque manan.

 He aquí que sois pobres y estáis edificando la Iglesia. ¿Siendo pobres, de dónde procede eso, sino de que sois ricos en el alma? Obrad, pues, con la ayuda del Señor, hasta terminarla. En efecto, Dios ama al que da con alegría (2 Cor 9,7). Cuando das con gozo, se te asigna a ti la dádiva. En cambio, cuando das con tristeza, nada tienes fuera, y en tu interior, donde reside la tristeza, sufres de angustia. Entonces perece el dinero y aquello queda sin comprar, porque es la buena voluntad la que lo compra. Des poco o mucho, ten buena voluntad y la has comprado ya. Cuando con el favor de Dios edificáis la iglesia, para vosotros la edificáis. Cosa distinta es lo que dais a los pobres: pasan unos y vienen otros. La iglesia en cambio la edificáis para vosotros. Es la casa en que hacéis vuestras oraciones, en que os congregáis, donde celebráis los oficios divinos, donde cantáis los himnos y alabanzas divinas, donde oráis, donde recibís los sacramentos. Estáis viendo que es el lugar de vuestras oraciones. ¿Queréis construirla? Sed vosotros casa de Dios y quedó ya construida. Amén.
Sermón 107 A, 8-9

0 Reactions to this post

Add Comment

Publicar un comentario