domingo, 25 de enero de 2015

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III Domingo del Tiempo Ordinario - B

 Mc1, 14-20   No sigas otro camino distinto de aquel por el que anduvo Cristo

Cuando ya sigas el camino de Cristo, no te prometas prosperidades de este mundo. Él anduvo por la aspereza, pero prometió cosas grandes. Tú síguelo. No te fijes tanto por dónde debes ir, sino adónde has de llegar. Soportarás asperezas temporales, pero alcanzarás gozos eternos. Si estás dispuesto a aguantar el esfuerzo, ten presente la recompensa. El obrero habría desfallecido en la viña, si no tuviera presente el salario que iba a recibir. Pero si tienes en cuenta lo que has de recibir, te parecerá despreciable todo lo que padezcas, y te parecerá que no tiene comparación lo que por esos padecimientos has de recibir. Te admirarás de que por un trabajillo así, se te dé una recompensa tan grande. Así es, hermanos, por un descanso eterno habría que soportar un eterno trabajo; y si vas a recibir una felicidad eterna, deberías cargar con unos sufrimientos eternos. Pero si debieras padecer eternos trabajos, ¿cuándo llegarías a la felicidad eterna? Por eso es necesario que el sufrimiento sea temporal, y, terminado éste, puedas conseguir una felicidad infinita. Sin embargo, hermanos, podría ser que el sufrimiento se prolongue, a cambio de una eterna felicidad. Por ejemplo, dado que nuestra felicidad no tendrá término, nuestras miserias, nuestras fatigas y nuestros sufrimientos pueden prolongarse mucho. Y aunque llegasen a durar mil años, compara mil años con la eternidad; ¿cómo vas a comparar todo lo que quieras, pero finito, con lo infinito? Ni aunque hablemos de diez mil años, ni de un millón, ni de millones y millones, que tienen fin, podrán compararse con la eternidad. A esto hay que agregar que Dios quiso que tus fatigas no sólo fueran temporales, sino breves. La vida entera del hombre se reduce a pocos días, aun cuando no se mezclasen las amarguras con las alegrías, que son sin duda más numerosas y prolongadas que aquéllas; por eso las horas amargas son menos y más breves, para que podamos subsistir. Y aunque durante toda su vida el hombre tuviera que estar sometido a cansancio, a miserias, a dolores, a tormentos, en la cárcel, en calamidades, con hambre y sed todos sus días (Cf 2Co 11,23-27), y a todas las horas, durante toda su vida hasta la vejez, pocos días son la vida entera del hombre. Y pasado ese apuro, llegará el reino eterno, la felicidad sin fin, vendrá el ser como los ángeles, llegará la herencia de Cristo, vendrá Cristo, nuestro coheredero. Por ese trabajo ¡cuán grande recompensa recibimos! 

Los veteranos que se ejercitan en el servicio militar, y transcurren tantos años entre riesgos para su vida, comienzan su servicio de jóvenes, y se licencian de mayores; y para tener unos cuantos días de descanso en su vejez, -cuando ya la edad misma los comienza a molestar con unos achaques, que las batallas ya no les producen-, ¡cuántas durezas soportan, qué caminatas, qué fríos, que bochornos, cuántas necesidades, qué heridas, qué peligros! Y sin embargo, los que todo esto soportan, sólo esperan esos pocos días de quietud en su vejez, no sabiendo con seguridad si llegarán a disfrutarlos. Luego El Señor dirige los pasos del hombre y se complace en su camino. De estas palabras comencé a decir que si amas el camino de Cristo, y eres verdaderamente cristiano, -el verdadero cristiano es, en efecto, el que no desprecia el camino de Cristo, sino que quiere seguir la senda de Cristo a través de sus padecimientos- no quieras ir por otro camino que el recorrido por él. Áspero parece, pero es el verdadero camino. Otros tal vez sean agradables, pero llenos de ladrones. Y se complace en su camino.
Comentario al salmo 36, 2, 16

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