domingo, 26 de abril de 2015

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IV Domingo de Pascua -B- Reflexión

     ORACIÓN DE ACCIÓN DE GRACIAS

          Señor Jesús, tu palabra de hoy
 y la del tiempo pascual
 va diciéndonos que tú entregas la vida
 por los tuyos y eres como la piedra
 que un día fue desechada y ahora corona
 todo el edificio del pueblo de Dios;
 todo eso, Señor Jesús, nos muestra
 que el amor de Dios es eterno.

        Ayúdanos, Jesús resucitado,
 a perder el miedo de ser generosos,
 de entregarnos al servicio de los hermanos
 aunque no veamos los frutos inmediatamente.

ACERCARNOS Y CONOCERNOS

   Cuando entre los primeros cristianos comenzaron los conflictos y disensiones entre grupos y líderes diferentes, alguien sintió la necesidad de recordar que, en la comunidad de Jesús, sólo él es el Pastor bueno. No un pastor más, sino el auténtico, el verdadero, el modelo a seguir por todos.

    Esta bella imagen de Jesús, Pastor bueno, es una llamada a la conversión, dirigida a quienes pueden reivindicar el título de «pastores» en la comunidad cristiana. El pastor que se parece a Jesús, sólo piensa en sus ovejas, no «huye» ante los problemas, no las «abandona». Al contrario, está junto a ellas, las defiende, se desvive por ellas, «expone su vida» buscando su bien.

   Al mismo tiempo, esta imagen es una llamada a la comunión fraterna entre todos. El Buen Pastor «conoce» a sus ovejas y las ovejas le «conocen» a él. Sólo desde esta cercanía estrecha, desde este conocimiento mutuo y esta comunión de corazón, el Buen Pastor comparte su vida con las ovejas. Hacia esta comunión y mutuo conocimiento hemos de caminar también hoy en la Iglesia.

   En estos momentos no fáciles para la fe, necesitamos como nunca aunar fuerzas, buscar juntos criterios evangélicos y líneas maestras de actuación para saber en qué dirección hemos de caminar de manera creativa hacia el futuro.

   Sin embargo, no es esto lo que está sucediendo. Se hacen algunas llamadas convencionales a vivir en comunión, pero no estamos dando pasos para crear un clima de escucha mutua y diálogo. Al contrario, crecen las descalificaciones y disensiones entre obispos y teólogos; entre teólogos de diferentes tendencias; entre movimientos y comunidades de diverso signo; entre grupos y «blogs» de todo género…

   Pero, tal vez, lo más triste es ver cómo sigue creciendo el distanciamiento entre la jerarquía y el pueblo cristiano. Se diría que viven dos mundos diferentes. En muchos lugares los «pastores» y las «ovejas» apenas se conocen. A muchos obispos no les resulta fácil sintonizar con las necesidades reales de los creyentes, para ofrecerles la orientación y el aliento que necesitan. A muchos fieles les resulta difícil sentir afecto e interés hacia unos pastores a los que ven alejados de sus problemas.

   El Papa Francisco, entre otras cosas, hace un perfil del buen sacerdote: Llora con los que lloran. Se preocupa de las ausencias que, por esto o por aquello, hace tiempo se echan en falta. A veces, por malos entendidos, perdemos ovejas que han de estar dentro de nuestro rebaño.

    Sólo creyentes, llenos del Espíritu del Buen Pastor, pueden ayudarnos a crear el clima de acercamiento, mutua escucha, respeto recíproco y diálogo humilde que tanto necesitamos.
¿A quién tenemos que querer de manera más desinteresada y más generosa?
P. Julián Montenegro



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