jueves, 27 de octubre de 2016

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De la mano de San Agustín (6): Cómo invocar al Señor

Pero ¿cómo invocaré yo a mi Dios, a mi Dios y mi Señor? Porque, ciertamente, al invocarle le estoy llamando para que venga a mí. ¿Y qué lugar hay en mí a donde venga mi Dios a mí? ¿Qué punto hay en mí a donde Dios se me haga presente, el Dios que ha creado el cielo y la tierra? (Gn 1,1) ¿Es verdad, Señor, que hay algo en mí que pueda abarcarte? ¿Acaso te abarcan el cielo y la tierra, que tú has creado, y dentro de los cuales me creaste también a mí? ¿O es tal vez que, porque nada de cuanto es puede ser sin ti, te abarca todo lo que es? Pues si yo soy efectivamente, ¿por qué pido que vengas a mí, cuando yo no sería si tú no fueses en mí?

No he estado aún en los abismos, mas también allí estás tú. Pues, aunque descendiera al Seol, allí estás tú (Sal 138,8).

Nada sería yo, Dios mío, nada sería yo en absoluto si tú no estuvieses en mí; pero, ¿no sería mejor decir que yo no sería en modo alguno si no estuviese en ti, de quien, por quien y en quien son todas las cosas? (Rm 11, 36) Así es, Señor, así es. Pues ¿adónde te invoco estando yo en ti, o de dónde has de venir a mí, o a qué parte fuera del cielo y de la tierra me habré de ir para que desde allí venga mi Dios a mí, él, que ha dicho: Yo lleno el cielo y la tierra? (Jr 23,24)
Conf. I 2, 2

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