lunes, 10 de octubre de 2016

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Lc 17, 11-19: Que nadie cambie; que nadie sea leproso

Retened esto y perseverad en ello. Que nadie cambie; que nadie sea leproso. La doctrina inconstante, que cambia de color, simboliza la lepra de la mente; también ésta la limpia Cristo. Quizá pensaste distintamente en algún punto, reflexionaste y cambiaste para mejor tu opinión, y de este modo lo que era variado pasó a ser de un único color. No te lo atribuyas, no sea que te halles entre los nueve que no le dieron las gracias. Sólo uno se mostró agradecido; los restantes eran judíos; él, extranjero, y simbolizaba a los pueblos extraños; aquel número entregó a Cristo el diezmo. A Él, por tanto, le debemos la existencia, la vida y la inteligencia; a Él debemos el ser hombres, el haber vivido bien y el haber entendido con rectitud. Nuestro no es nada, a no ser el pecado que poseemos. Pues ¿qué tienes que no hayas recibido? Así, pues, vosotros, sobre todo quienes entendéis lo que oís: que es preciso curarse de la enfermedad, elevad a lo alto vuestro corazón purificado de la variedad y dad gracias a Dios.
San Agustín, Sermón 176, 6

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