jueves, 6 de octubre de 2016

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Salmo XI

Salvum me fac, Domine

¡Oh! ¡Sálvame, Señor!, que no hay ya bueno,
que faltan las verdades;
y trata aun con quien tiene dentro el seno
cada uno falsedades;
Con labios halagüeños cada uno,
y con dos corazones.
No dejes de estos labios, Dios, ninguno,
ni destos fanfarrones

Que dicen: «Prometamos largamente:
mi boca está en mi mano.
¿Qué cuesta el hablar largo, o qué viviente
me estorbará el ser vano?»
Mas dice Dios: «Ya vengo, conmovido
de los menesterosos,
de sus agravios dellos, del gemido
de los pobres llorosos,
A serles su salud y su bonanza,
y soplo favorable».

Y son, Señor, tus dichos sin mudanza,
y son firmeza estable.
Son en hornaza, plata, en fuego ardiente
mil veces apurada;
y ansí nos librarás eternamente,
Señor, desta malvada,
Desta malvada gente, que contino
nos cerca a la redonda,
y crece, porque tu saber divino
y tu grandeza honda
Les da pasar en gozo, y en convites,
y ansí se lo permites.

Fray Luis de León

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