martes, 12 de junio de 2018

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Pecado contra el Espíritu Santo: combatir la caridad fraterna

Tal vez el pecado contra el Espíritu Santo consiste en esto: en combatir por malicia o envidia la caridad fraterna después de haber recibido la gracia del Espíritu Santo. Este pecado, dice el Señor, no se perdona ni en este mundo ni en el otro (Mt 12, 24). Por lo cual puede preguntarse si los judíos pecaron contra el Espíritu Santo cuando dijeron que el Señor expulsaba los demonios en nombre de Beelcebul, príncipe de los demonios, o si hemos de entender que esto se dijo contra el mismo Señor, porque en otro lugar dice de sí mismo: Si al Padre de familia le han llamado Beelcebul, ¡cuánto más a sus domésticos! (Mt 10, 25); o bien, por cuanto ellos hablaban inspirados por una gran pasión de envidia y llenos de ingratitud a los grandes beneficios sensibles, porque aún no eran cristianos, ¿juzgaremos, no obstante, que por el exceso de envidia pecaron contra el Espíritu Santo? No se deduce tal cosa delas palabras del Señor. Aunque dice ciertamente en el mismo lugar:  A todo el que hable palabra malvada contra el Hijo del hombre se le perdonará, pero a quien la hable contra el Espíritu Santo no se le perdonará ni en esta vida ni en la otra (Mt 12, 32).

Sin embargo, puede considerarse que con estas palabras exhortó a sus oyentes a rendirse a la gracia y, después de recibirla, a que no vuelvan a cometer los pecados en los que habían caído. En efecto, ellos dijeron al presente palabra blasfema contra el Hijo del hombre, cosa que se les puede perdonar  si se convierten, creen el él y reciben el Espíritu Santo. Pero si después de recibir el Espíritu Santo pretendiesen envidiar a sus hermanos y romper el lazo de la caridad, oponiéndose a la gracia que les fue concedida, su pecado no les será perdonado ni en este mundo ni en el otro. Porque si el Señor los hubiera considerado como condenados, sin que les quedara esperanza alguna, no hubiera continuado él exhortándoles aún, añadiendo inmediatamente: O haced el árbol bueno y su fruto será bueno, o hacedlo malo y su fruto será malo (Mt 12, 33).
Sermón, I, 22, 76

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