martes, 20 de noviembre de 2018

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Nos es útil tanto el saber que el Señor ha de venir, como el ignorar el cuándo

Sabemos que para los que se niegan a estar tranquilos en una vida recta, y prefieren vivir en pecado habitualmente, el último día será terrible. Dios, para nuestro bien, quiso ocultarnos cuándo llegará ese día, para que mantengamos siempre preparado el corazón a la espera de lo que sabemos que vendrá, pero no sabemos cuándo.
De hecho, el Señor nuestro Jesucristo nos fue enviado como maestro, y el mismo Hijo del hombre dijo que ignoraba ese día (Cf Mc 13,32), porque no entraba en su magisterio el comunicárnoslo a nosotros. El padre nada sabe que el Hijo ignore, puesto que la ciencia del Padre es su Sabiduría, y su Sabiduría es su propio Hijo, su Palabra. Pero como no nos convenía saber lo que ciertamente sabía el que había venido a enseñarnos, no precisamente lo que no nos aprovechaba, como maestro nos enseñó algunas cosas, y también como maestro nos ocultó otras. Porque como maestro sabía enseñar lo que era útil, y no enseñar lo que era nocivo. Y así, con una expresión adecuada, decimos que el Hijo no sabe lo que no enseña; o sea, se dice que no sabe lo que quiere que no sepamos; y esto es una forma nuestra cotidiana de hablar, como ya he dicho. Llamamos, por ejemplo, alegre a un día porque nos alegra, y triste porque nos entristece; y le decimos perezoso al frío, porque nos infunde pereza.

Del mismo modo, pero en otro sentido, dice el Señor: Ahora conozco. Así le dijo a Abrahán: Ahora conozco que temes al Señor (Gn 22,12). Esto ya lo sabía Dios antes de aquella prueba. Aquella prueba se hizo para que supiéramos nosotros que Dios ya lo conocía, y fue escrito para enseñarnos a nosotros que antes de su escritura, ya lo conocía él; y quizá el mismo Abrahán no sabía cuán fuerte era su fe; cada uno de nosotros se conoce a sí mismo de forma parecida al ser interrogado por la tentación; del mismo modo Pedro desconocía evidentemente las fuerzas de su fidelidad, cuando le dijo al Señor: Te acompañaré hasta la muerte. Pero el Señor, que sí lo conocía, le predijo cuándo iba a fallar, declarándole de antemano su debilidad, como si le hubiese tomado el pulso de su corazón (Cf Lc 22,33-34). Y por eso Pedro, que antes de la tentación era arrogante de sí mismo, con la tentación se conoció. Y no carece sentido pensar que nuestro padre Abrahán conociese la fuerza de su fe después que se le mandó inmolar a su único hijo, y él, sin dudar ni temblar, le ofreció a Dios lo que le había dado; porque así como desconocía de dónde iba a venir el hijo no nacido, así también creyó que podría devolverle el hijo inmolado. Dijo, pues, Dios: Ahora conozco; para nosotros significa: Ahora te hecho conocer, de acuerdo con los modismos que hemos recordado: El frío perezoso, porque nos da pereza; un día alegre, porque nos alegra a nosotros; así también él conoce porque nos hace conocedores a nosotros. De ahí que se diga: Os pone a prueba el Señor vuestro Dios, para saber si le amáis (Dt 13,3). Sin duda que atribuirías una gran ignorancia a Dios nuestro Señor, al Dios sumo, al Dios verdadero -lo que te darás cuenta de que es un gran sacrilegio- si estas palabras: Os tienta el Señor para saber las interpretaras como que él de nuestra tentación obtuviera algún conocimiento, estando anteriormente en la ignorancia. ¿Qué significa entonces: Os tienta para saber? Que os tienta para que lo sepáis vosotros. Tomadlo, pues, en sentido contrario a como se suele interpretar; y así, cuando oís que Dios dice: He conocido, entended: Os he dado a conocer. Por tanto, cuando oigáis del Hijo del hombre, de Cristo, que desconoce ese día, entended que lo que se dice es que quiere ocultarlo. ¿Por qué quiere ocultarlo? Para que no sepamos lo que no nos beneficia saber. Es esto lo que os quería decir con aquellas palabras de que el buen maestro sabe lo que debe dar a conocer, y sabe lo que ha de ocultar; y de hecho leemos que difirió la manifestación de algunas cosas. Por eso sabemos que no han de darse a conocer las cosas que no pueden comprender los destinatarios. Dice en otro lugar: Tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no sois capaces de recibirlas (Jn 16,12). También dice el Apóstol: No os pude hablar como a personas espirituales, sino como a carnales; os di leche como a párvulos, y no alimento sólido; no erais capaces, y tampoco ahora lo sois6. ¿En qué son provechosas estas palabras? Sabemos que el último día llegará: nos es útil saberlo, pero también nos es útil ignorar cuándo, porque así tenemos el alma preparada viviendo bien; y no tenemos que temer ese día que vendrá, al contrario deseémoslo. Aquel día se incrementará el dolor de los infieles, pero también será su fin para los fieles. En tu mano está ya ahora, antes de la llegada de aquel día, a cuál de los dos quieres pertenecer. Cuando llegue ya no será posible. Elige, pues, cuando todavía es tiempo; porque lo que Dios misericordiosamente oculta, misericordiosamente lo difiere. 

 Comentario al Salmo 36 I, 1

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