domingo, 14 de septiembre de 2014

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EXALTACIÓN de la SANTA CRUZ

Lectio Divina
Lecturas
Números 21, 4b - 9

    Este relato  plantea que dejar atrás la etapa errante  en el desierto para ingresar  propiamente en la Tierra prometida no significa dejar atrás la rebelión constante. La falta de conversión de la comunidad  es un detalle que explica el desenlace final de la generación del Éxodo.

    Pero hay un dato más: el simbolismo de la serpiente  es inagotable y transcribe varios mensajes para Israel. La serpiente es símbolo de muerte pero también de vida. Es vida que se inmortaliza en el cambio de aspecto, de piel, que la serpiente experimenta cada año, e invoca al permanente proceso de fertilidad. El brillo deslumbrante  de su mirada tiene un poder casi hipnotizador; ella puede sanar pero también puede crear un caos. Tal fue el poder que dejó este episodio en el israelita que la serpiente de bronce permaneció  entre el pueblo hasta los días del templo de Jerusalén (en tiempos del reinado de Ezequías) y llegó a constituirse en objeto de culto.

    En esta última queja de Israel en el desierto hay un elemento distinto en relación con las otras rebeliones. El uso de la palabra Dios (v. 5) en vez de Yahvé como en el resto del capítulo, subraya la gravedad de la ofensa. Israel habla contra la divinidad en su máxima expresión  y realidad. La salvación, en este caso la curación de las mordeduras de las serpientes, ocurre individualmente en respuesta a la fe en acción de cada individuo, pero esto no afecta a la comunidad como un todo. Aun cuando la asamblea llegó hasta Moisés y exclamó: “hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti” (v. 7), el relato nos invita a pensar más en una confesión  ligera apremiada por el espanto del castigo que en un reconocimiento profundo de la lección que tantas veces tuvo por delante pero que nunca aprendió. El perdón o la rehabilitación  de los israelitas nunca había funcionado así hasta ahora.

Filipenses 2, 6 -11

    Pablo tiene aquí un tono especialmente solemne, hasta el punto que puede considerarse  como la sección más importante de la carta. Nos encontramos en el himno cristológico que expresa maravillosamente el ejemplo de Cristo.

    Este texto se caracteriza por su forma poética que se manifiesta en el ritmo, en el paralelismo, en los contrastes, en el tono solemne. Se suele designar como un “himno”. Consta de dos partes muy definidas: I: 2, 6-8 (humillación de Cristo  y II: exaltación de Cristo). Esta división es claramente preferibles por distintas razones: 1) corresponde al doble movimiento de contraste, ciertamente fundamental en el himno de la humillación y la exaltación de Cristo; 2) En la primera parte  aparece Cristo Jesús como sujeto de todos los verbos; en la segunda, el sujeto es principalmente Dios. Cristo es más bien el objeto de los verbos: Jesucristo es el Señor. El cambio de movimiento y de sujetos se encuentra en el  comienzo del v. 9: por eso Dios...

    La estrofa se puede dividir en dos expresiones que caracterizan la humillación de Cristo: se despojó a sí mismo y se humilló a sí mismo. Se tiene, además, un contraste entre la condición de Dios y la condición de esclavo. Más tarde nos encontramos dos frases muy significativas: hecho hombre igual a todos y con la apariencia de un hombre cualquiera y sigue e verbo principal: se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz.

    La idea fundamental es el contraste con la primera: se humilló – Dios lo exaltó. A la condición de esclavo se contrapone la afirmación  de que “Él es el Señor”.  

Juan 3, 13- 17

    En este texto aparecen los más sublimes misterios del plan divino de salvación. Comienza con la afirmación de un único Revelador: ha bajado del cielo: nadie ha subido al cielo sino el que bajó d
el cielo, el Hijo del hombre. La frase tiene como finalidad afirmar la cualidad única del Revelador excluyendo cualquier otro tipo de testigos celestiales. El evangelista piensa en Jesucristo como único Revelador del Padre y tal vez intente a la vez insinuar que ni Moisés ni ninguno otro personaje ha subido al cielo para traer la Revelación. El Verbo Encarnado, el que ha bajado del cielo, es el que puede revelar los secretos del cielo.
   
    En los vv. 14- 15 se anuncia el misterio de la elevación del Hijo del Hombre: Lo mismo que Moisés elevó la serpiente... El misterio central de la salvación es la elevación en alto del Hijo del Hombre. El autor piensa sin duda en la Cruz y la Glorificación. La serpiente levantada en el desierto para curar era una peregrinación de este misterio. La elevación en alto aparece  como un designio divino: “es preciso”. La finalidad es dar vida al creyente: la  comunión con Dios en esta vida y su consumación en la vida futura. La vida eterna viene por la elevación del Hijo del Hombre. La fe es el medio en que se concede esa vida eterna.   

Meditación

    Nosotros tenemos una visión muy fácil hacia afuera y así pretendemos saber muchas cosas de los demás y, por ello mismo, somos muy curiosos. Nunca o casi nunca entramos en nuestro interior para preguntarnos quién manda en cada uno de nosotros. O dicho de otra manera: nunca nos planteamos el “adivina quién manda en ti”.

    ¿Es una pregunta tonta? No, es un interrogante que debe permanecer en toda nuestra vida ya que está en juego la verdad de uno mismo, la propia identidad y sus horizontes. En una peregrinación como es la nuestra, seguramente más fácil que el camino de Israel hacia la tierra prometida, debemos tener muy presente que nuestro camino debe estar  orientado hacia la eternidad y, consiguientemente, el ejemplo de Cristo debe ser para nosotros el punto único de referencia y de estímulo.

    Hay muchas invitaciones en el camino de la vida que nos pueden absorber, engañar y
mentir. De ahí que el camino necesita encontrar a Cristo como punto de partida, como fuerza y como meta. No olvidemos a las serpientes que nos pueden engañar en todo momento y hasta pueden mordernos. Cristo en la Cruz nos enseña la gran verdad: Dios quiere que “el mundo se salve por Él” (por Cristo). La Cruz es el lugar de la salvación. El ejemplo de los israelitas que miraban a la serpiente de bronce y quedaban curados es la gran esperanza     que tienen los cristianos mirando a Cristo en la cruz: es “nuestra salvación, vida y resurrección”.

Oración

    ¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza! jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto. ¡Dulces  clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza
con un peso tan dulce en su corteza!

    Vinagre y sed la  boca, apenas gime; y al golpe de los clavos y la lanza,
un mar de sangre fluye, inunda, avanza, por tierra, mar y cielo, y los redime.

    Ablándate, madero, tronco de abrupto de duro corazón y fibra inerte;
doblégate a este peso y esta muerte que cuelga de tus ramas, como un fruto.

    Tú, sólo entre los árboles, crecido para tender a Cristo en tu regazo;
tú, el arca que nos salva; tú, el abrazo de Dios con los verdugos del Ungido.

    Al Dios de los designios de la historia, que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;
al que en la cruz devuelve la esperanza de toda salvación, honor y gloria. Amén.
                    (Himno de las Laudes en la Liturgia de las Horas de este día)

Contemplación

    Moisés, por mandato de Dios, levantó la serpiente de bronce, y avisó al pueblo que todos los apestados con el veneno alzasen los ojos a ella, y todos cuantos la miraban quedaban sanos. ¿Qué significa esta serpiente alzada sino la muerte de Cristo, según la figura en que se presenta el efecto por la causa? Porque de la serpiente proviene la muerte, por haberle persuadido al hombre al pecado, por el que merecía morir. Mas al Señor no traspasó su carne al pecado, que es como el veneno de la serpiente; sí tomó la muerte, para que el castigo sin la culpa llegase también a su carne, que tenía semejanza de pecado, y de esta manera, por aquella carne aparentemente pecadora, quedasen abolidos el pecado y el castigo. Así como, pues entonces, el que contemplaba la serpiente levantada quedaba sano del veneno y libre de la muerte, también el que se conforma a la semejanza de la muerte de Cristo por la fe y su bautismo, queda libre del pecado para la justificación, y por la resurrección de la muerte. Esto significan  las palabras: <Para que todo el que creyere en Él no perezca, sino que tenga vida eterna> (san Agustín en “De los méritos y perdón de los pecados” I, XXXII, 61)

Acción. Meditar ante el Crucifijo el amor infinito de Dios sobre nosotros.

Acción, Un examen de conciencia sobre nuestra actitud personal de recibir la corrección fraterna...

Imanol  Larrínaga


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