domingo, 21 de septiembre de 2014

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XXV Domingo del Tiempo Ordinario (A) Reflexión

  Mt 20-1-6a

Parábola exclusiva de Mateo. Muestra la situación de su comunidad, donde los judíos, que se consideraban con todos los derechos, y titulares y poseedores de la promesa, se preguntaban si debían aceptar a las personas gentiles que se iban incorporando a la comunidad. Como todas las parábolas, ésta cuestiona, incomoda y sorprende. Tiene como objetivo desautorizar a los murmuradores.
 
El único dueño de la viña tiene trabajo para todos y a todas horas. En la viña hay cabida y tarea para todos, sin ningún tipo de privilegios, diferencias ni excepción. La viña - comunidad de Jesús- en la que sólo pueden trabajar unas pocas personas, en la que exista cualquier tipo de discriminación, tiene poco que ver con la viña que Jesús quiere y presenta en la parábola.
 
El dueño de la viña no paga por trabajo realizado, ni por horas, ni por trabajar a destajo, sino por la disponibilidad, por la actitud,  la apertura y acogida a su invitación.
 
Las únicas personas  que protestan en la parábola son las que saben desde el principio lo que van a ganar. No se quejan de haber padecido una injusticia -recibieron el denario acordado-, se quejan de lo que reciben los demás.
 
Sienten envidia de que todos sean tratados igual que ellos. No soportan la falta de distinción. Lo que les molesta no es recibir una paga insuficiente sino el comprobar que el Señor es bueno con todos. Es la actitud de las personas que se creen justas, con méritos y derechos ante Dios y se relacionan con Él en términos mercantilistas, intentando comprar su salvación.
 
La parábola va al corazón del mensaje de Jesús: el amor generoso y gratuito del Padre y la forma  de actuar de las personas que se creen justas ante Él. El texto no trata de dar una lección de justicia social en las relaciones laborales,  sino de presentarnos, una vez más, el retrato de un Dios que es bondad y misericordia. Sobresale el valor de la justicia -se paga el salario acordado- y el de la generosidad -se da más de lo esperado-.
 
No es una invitación a "llegar tarde" o a trabajar menos, sino a evitar la tentación de proyectar sobre Dios nuestros cálculos y nuestras medidas. Los caminos y los planes de Dios son distintos de los nuestros y siempre sorprendentes (Primera lectura).
 
La bondad de Dios desborda la justicia. Dios es bondad, pura gratuidad, pura gracia más allá de todo interés, de toda ley. No actúa según nuestros méritos, ni según nuestra lógica, sino según su bondad. Jesús, y el ejemplo que nos da con su propia vida, nos enseña e invita a vivir con un corazón generoso y bondadoso en nuestra relación con los demás.
 
¿Por qué poner barreras a la generosidad y bondad de Dios? Agradecer la bondad de Dios y expandirla o transmitirla. No ser propensos a los celos y a la envidia. No pensar que merecemos más premio y recompensa que los demás. Alabar y valorar las acciones y cualidades de las personas. Contra todas las apariencias, sólo la bondad y la gratuidad pueden mover al mundo.
“Los últimos y los primeros” nos puede dar una pista de la diferencia entre nuestras maneras de juzgar y valorar y la manera de juzgar y valorar de Dios. Es el cambio radical de situación que trae consigo la llegada del Reino, que propone un nuevo modelo y sistema de relación y convivencia humana, basado, no en el rendimiento y la correspondiente compensación, sino en la gratuidad, la bondad y el amor.
Los seguidores de Jesús, los cristianos, no somos los dueños del campo, sino trabajado-res, pero unos trabajadores al estilo del amo, Dios. Con generosidad, con plena disponibilidad, sin excluir a nadie, sin envidias ni rencores, siempre con amor.
 
Una lección importante que se desprende de esta página evangélica es la de saber alegrarse con el bien de los demás.
 
Saber contentarse con lo recibido, saber vivir con aquello que se tiene. Comportarse así es tener paz y sosiego, ser felices siempre. A veces por mirar y desear lo que otros poseen, dejamos de gozar y disfrutar lo que nosotros tenemos. En lugar de mirar a los que tienen más, mirar a los que tienen menos, no sólo para darnos cuenta de que tenemos más, sino para ayudar en lo que podamos a esos que tienen menos, que a veces por no tener no tienen ni lo necesario.
P. Teodoro Baztán


Soy un obrero como vosotros. 
Trabajo en la viña según las fuerzas 
que el tiene a bien darme. 
Presentemos todos nuestro corazón a Dios,
para que lo vea, y realicemos el trabajo con ilusión.
No ofendamos a quien nos contrata (al Señor),
para recibir con la frente alta la recompensa.
San Agustín

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