viernes, 31 de octubre de 2014

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De la mano de San Agustín

Lc 14,1-6  Guardar espiritualmente el sábado

Los judíos no entendían la observancia del sábado. Pensaban que era preciso descansar también de las obras necesarias para la salud de los hombres. Por eso mismo el Señor les arguye con magnífica comparación en otros lugares, sirviéndose de la oveja que cayó a un pozo, y del jumento al que hay que sacar para llevarlo a abrevar. Los cristianos cesan de observar carnalmente el sábado no porque lo hayan repudiado, sino porque lo han comprendido. Lo guardan espiritualmente los santos que entienden la voz del Señor que llama al descanso con estas palabras: Venid a mí los que estáis fatigados y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas. Mi yugo es suave y mi carga ligera (Mt 11, 28-30)

Este sábado, es decir, este descanso es lo que simboliza aquel texto de la Escritura que los judíos no comprendían. Ellos observaban carnalmente la sombra acomodada a aquel tiempo, mientras que el cuerpo, por así hablar, de esa sombra, es decir, la verdad, se nos daría a nosotros. Mas como aquel descanso de Dios es mencionado tras la creación del mundo, de idéntica manera conseguiremos el descanso que se nos promete después de las obras que hemos de realizar en este mundo, si fueren hechas conforme a la justicia, es decir, en la séptima y última etapa del mundo. Hablar de ella exigiría mucho tiempo. Así pues, el Señor no anula la Escritura del Antiguo Testamento, pero obliga a entenderla. No disolvió el sábado en modo que perezca lo significado por él, sino que más bien lo abre para que se revele lo que estaba oculto.
Réplica a Adimanto 2,2

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