jueves, 20 de noviembre de 2014

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De la mano de San Agustín (16)

La ira de Dios

 La ira de Dios no lleva consigo turbación de su ánimo, sino el juicio por el cual se inflige la pena al pecado. Su pensamiento y su reflexión es la razón inmutable de las cosas mudables. A diferencia del hombre, Dios nunca se arrepiente de un acto suyo, teniendo de todas las cosas una determinación tan firme como cierta es su presciencia. Claro, si la Escritura no usara tales términos, no se haría en cierto modo tan familiar a todos los hombres, a quienes pretende ser útil, aterrando a los soberbios, moviendo a los negligentes, estimulando a los que buscan y dando luces a los sabios. No lo conseguiría, si primero no descendiera y se bajara hasta los abatidos. Al anunciar la muerte de todos los animales terrenos y volátiles, no hace sino declarar la magnitud de la futura catástrofe; no amenaza con la destrucción a los animales privados de razón, como si ellos hubieran pecado también.
Cde D XV, 25

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