jueves, 5 de marzo de 2015

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De la mano de San Agustín (4)

¿Cuántas veces hay que perdonar?

  Pero escuchad algo que en este precepto tan claro puede dejar dudas. A propósito de la concesión del perdón, sea el que uno pide, sea el que ha de otorgar al que se lo pide, pueden quedarnos dudas, igual que le quedaron a Pedro. ¿Cuántas veces —dijo— debo perdonar? ¿Basta con siete? No basta, respondió el Señor: No te digo: Siete, sino: Setenta y siet (Mt 18,21-22). Comienza ya a contar cuántas veces ha pecado contra ti tu hermano. Si pudieras llegar hasta setenta y ocho, es decir, pasar de las setenta y siete, entonces maquina ya tu venganza. ¿Es tan cierto eso que dice? ¿Están las cosas así, de forma que, si peca setenta y siete veces, has de perdonarle; pero, si peca setenta y ocho, ya te es lícito no perdonarle? Me atrevo, sí, me atrevo a indicarte que, aunque peque setenta y ocho veces, le perdones. Aunque peque ochenta y ocho veces —acabo de decir—, perdónale. Y si peca cien veces, perdónale. ¿Para qué estar dando cifras? Sin excepción, perdónale tantas veces cuantas peque. Entonces, ¿me he atrevido a sobrepasar la medida del Señor? Él puso el límite para el perdón en el número setenta y siete; ¿presumiré yo de sobrepasar este límite? No es verdad; no he osado añadir nada. He escuchado a mi Señor mismo que habla por el Apóstol, en un pasaje en que no está prefijado ni la medida ni el número. Dice: Perdonándoos unos a otros, si alguno tiene una queja contra otro, como Dios os perdonó en Cristo (Col 3,13). Habéis escuchado el modelo. Si Cristo te ha perdonado tus pecados setenta y siete veces, si sólo te los perdonó hasta esa cantidad y te negó el perdón una vez sobrepasada, fija también tú un límite, superado el cual, deja de perdonar. Si, por el contrario, Cristo encontró en los pecadores miles de pecados y los perdonó todos, no rebajes la misericordia; pide, más bien, que se te aclare el enigma de ese número. Pues no en vano habló el Señor de setenta y siete, puesto que no existe culpa alguna a la que debas negar el perdón. Fíjate en que el mismo siervo que, siendo deudor él, tenía a su vez un deudor, debía diez mil talentos. Pienso que los diez mil talentos equivalen, como mínimo, a diez mil pecados, pues no quiero decir que un único talento encierre todos los pecados.¿Cuánto le debía su consiervo? Cien denarios. ¿No es esto ya más de setenta y siete? Y, sin embargo, el amo se airó porque no se los perdonó. No es sólo el número cien el que es superior a setenta y siete, sino que cien denarios equivalen tal vez a mil ases. Pero ¿qué es eso en comparación de los diez mil talentos?
Sermón 83,3

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