miércoles, 29 de julio de 2015

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De la mano de San Agustín (18): Voluntades en conflicto


 Que desaparezcan de tu presencia, ¡oh Dios!, como realmente desaparecen, los charlatanes y embaucadores (Tt 1,10) de inteligencias, quienes, afirmando en la deliberación dos voluntades, afirman haber dos naturalezas, correspondientes a dos mentes o almas, una buena y otra mala.

Verdaderamente los malos son ellos creyendo tales maldades; por lo mismo, sólo serán buenos si creyeren las cosas ver daderas y se ajustaren a ellas, para que tu Apóstol pueda decirles: Fuisteis algún tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor ( Ef 5,8). Porque ellos, queriendo ser luz, no en el Señor sino en sí mismos, al juzgar que la naturaleza del alma es la misma que la de Dios, se han vuelto tinieblas aún más densas, porque se alejaron con ello de ti con horrenda arrogancia; de ti, verdadera lumbre que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jn 1,9). Mirad lo que decís, y llenaos de confusión, y acercaos a él, y seréis iluminados, y vuestros rostros no serán confundidos (Sal 33,6).

Cuando yo deliberaba sobre consagrarme al servicio del Señor, Dios mío, conforme hacía ya mucho tiempo lo había dispuesto, yo era el que quería, y el que no quería, yo era. Mas porque no quería plenamente ni plenamente no quería, por eso contendía conmigo y me destrozaba a mí mismo; y aunque este destrozo se hacía en verdad contra mi deseo, no mostraba, sin embargo, la naturaleza de una voluntad extraña, sino la pena de la mía. Y por eso no era yo ya el que lo obraba, sino el pecado que habitaba en mí (Rm 7,17), como castigo de otro pecado más libre, por ser hijo de Adán.
Conf. VIII, 10,22


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