domingo, 26 de julio de 2015

// //

XVII Domingo del Tiempo Ordinario (B) (Juan 6, 1-15) - Reflexión

Comienza hoy el capítulo sexto del evangelio de san Juan. Es muy hermoso. Lo leeremos a lo largo de cinco domingos. Una primera parte -la de hoy- nos presenta el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. El resto tratará de la Eucaristía en cuanto promesa.

Llega Jesús a Cafarnaún y las gentes, hambrientas de su palabra y necesitadas de ser curadas de sus muchos males, acuden donde él para oírle y ser curados. Y Jesús se compadece de ellos. Como siempre. Ve que andan como ovejas sin pastor, abandonadas por los dirigentes político religiosos de entonces. Y además tienen hambre de pan.

Y dice: “¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?”. Quería que sus discípulos se percataran también de la necesidad de comer de la gente e hicieran algo para resolverla. Y responde Felipe en nombre de todos, pero que razona con criterio comercial, con un pensamiento cerrado, contando el dinero y haciendo cálculos: “Doscientos denarios no bastan para que a cada uno le toque un pedazo”.  

Este es quizás también nuestro modo de pensar ante el drama del hambre en el mundo, o de las guerras que azotan a distintos países, o de la muerte todos los días de miles de niños en países empobrecidos, o de millones de hombres y mujeres con los brazos caídos por falta de trabajo, o de los maltratados injustamente por los “mandamases” de turno…

Y decimos: “¿Qué podemos hacer, si no contamos con los medios suficientes para resolver tanto problema?”. El mismo Evangelio de hoy nos da la respuesta. Dice Andrés: “Aquí hay un muchacho qué tiene cinco panes y dos peces; pero, ¿qué es esto para tantos?”. 

Para Jesús, más que suficiente. Jesús ha logrado que ellos hayan hecho todo lo que podían hacer. Primero, preocuparse de los hambrientos. Segundo, que buscaran y encontraran algo de comida. Poco, según ellos. Para Jesús, más que suficiente.

Esto sí es una verdadera catequesis en acción. Contiene unas preguntas y unos gestos que valen más que mil palabras. Jesús dice y hace. Ellos van aprendiendo a hacer lo que pueden y a decir lo que tengan que decir cuando sea necesario.
¿Y el joven? Según parece, entrega sin más lo que tiene. Se queda sin nada, pero algo en su interior le dice que ante tanta hambre que hay a su alrededor no podía retener lo que tenía para merendar a gusto viendo desfallecer a otros. Da todo lo que tiene. Poco, es verdad, pero para él, es mucho. Quizás, las palabras de Jesús que expresaban compasión, le han hecho desprendido, generoso y solidario.Cristo hace que todos se sienten en la hierba, evocando la imagen que describe el salmo 22: “El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar. Preparas un mesa ante mí”. Dirá en otra ocasión: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré”.

Nosotros somos o podemos ser ese “muchacho de la merienda”, y se nos pide que pongamos en manos de Cristo lo que somos y tenemos, aunque a nuestro parecer fuera muy poco, para que él, Cristo, pueda actuar “milagrosamente”. Si la multiplicación de los panes y los peces fue un milagro portentoso, lo es mucho más la multiplicación del amor a que estamos llamados a cooperar.
No importa que tengamos sólo “cinco panes y dos peces”. Es decir, pocas cosas.

Dios no nos pide que solucionemos aquellos problemas que superan nuestras posibilidades. Sólo nos pide que con lo que somos, con lo que sabemos, con lo que tenemos, poco o mucho no importa, hagamos lo que podamos por los demás. Con ese “poco o muy poco”, el Señor hará maravillas. 

Primero en nosotros, porque hemos dejado que multiplicase nuestro amor. Y también en los demás. Él sabrá cómo y cuándo. 

Otro detalle: La gente se fija solamente en lo externo, se fija en que han podido comer todos, en lo espectacular. Están contentos porque han saciado su hambre. No logran descubrir que Cristo es la Palabra que crea y el pan que da la vida. Y quieren que sea su rey, porque daría de comer gratuitamente con un pan que, por sí mismo, no salva ni da la vida nueva. No logran descubrir el verdadero pan de vida.

Este pan es la Eucaristía. Es su Palabra. Es él mismo.
P. Teodoro Baztán


0 Reactions to this post

Add Comment

Publicar un comentario