sábado, 23 de julio de 2016

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De la mano de San Agustín (7): Me alegraré y exultaré en ti.

Te confesaré, Señor, con todo mi corazón. No confiesa a Dios con todo el corazón quien duda de la providencia de Dios incluso en detalles insignificantes, sino quien ya vislumbra los secretos de la sabiduría de Dios y hasta qué punto es invisible el premio de aquel que dice: Nos gozamosen las tribulaciones (Rm 5,3). De este modo, todas las congojas de incidencia corporal están orientadas al entrenamiento de los que se han convertido al Señor. O bien son una especie de intimación a la conversión. O por último, una especie de propedéutica o preparación a la condenación justa y definitiva de los obstinados. Todo ello está íntimamente vinculado a la gestión providencial de Dios. Precisamente todo aquello que los tontos estiman que se realiza sin razón alguna o por pura casualidad, sin que haya intervención alguna de carácter divino. Proclamaré todas tus maravillas. Proclama todas las maravillas de Dios quien ve su plasmación no sólo en las realidades corpóreas que están a la vista de todos, sino su plasmación en el plano de lo espiritual. Y las ve de un modo invisible, naturalmente, pero de manera mucho más sublime y elevada. Es un hecho que los hombres terrenales y los adictos al mundo de lo misterioso y oculto se sienten más fascinados por la resurrección corporal de Lázaro difunto que de la resurrección espiritual de Pablo perseguidor. Pero, habida cuenta que el milagro visible es una llamada al alma para que se ilumine, mientras que el milagro invisible ilumina de hecho al alma que secunda la llamada, proclama todas las maravillas de Dios quien, al creer en las realidades visibles, avanza en la comprensión de las realidades invisibles.

Me alegraré y exultaré en ti. No precisamente en este siglo; no en el placer de los abrazos corporales, ni en el saboreo de la lengua y del paladar, ni en el refinamiento de los perfumes, ni en el placer de sonidos pasajeros, ni en las formas corpóreas de variedad de colorido, ni en la pomposidad de la ostentación humana, ni en el matrimonio, ni en los hijos que un día morirán, ni en la inutilidad de las riquezas temporales, ni en la exploración de este mundo tanto en su extensión espacial como en sus secuencias temporales. A1 contrario, me alegraré y exultaré en ti, es decir, en los secretos del Hijo, donde se halla impresa en nosotros la luz de tu rostro, Señor (Cf Sal 4,7). En efecto, en otra parte dice: Los esconderás en el secreto de tu rostro (Sal 30,21). Según esto, el que proclama todas tus maravillas se alegrará y exultará en ti. De hecho proclamará todas tus maravillas, tal como ya lo anuncia la profecía, aquél que no vino a hacer su voluntad sino la voluntad del que le envió (Cf Jn 6,38).
 
Ya comienza a asomar la persona del Señor que hace uso de la palabra en este salmo. Prosigue el texto: Tocaré en honor de tu nombre, oh Altísimo, al haber puesto a mi enemigo detrás de mí. ¿Y cuándo fue puesto detrás su enemigo? ¿Será cuando se le dijo: Ponte detrás, Satanás? (Mt 4,10) Fue precisamente entonces cuando el que, mediante la tentación, deseaba ponerse delante fue obligado a ponerse detrás, al no engañar a la persona tentada y carecer de poder alguno frente a ella.Los hombres terrenales están detrás, mientras que el hombre celestial fue hecho primero, aunque viniera después. El primer ser humano salió de la tierra y es terrenal; el segundo procede del cielo y es celestial (Cf 1Co 15,47). Pero procedía de la misma rama de aquel del que se dijo: El que viene detrás de mi fue creado antes que yo ( Jn 1,15). Y el Apóstol se olvida de lo que queda atrás y se lanza a lo que tiene por delante (Flp 3,13). Por consiguiente, una vez que no pudo engañar al hombre celestial mediante la tentación, el enemigo se volvió y se puso detrás. Desde entonces se dirige a los hombres terrenales, donde puede ejercer su dominio. Y no hay hombre que le preceda y le haga ir detrás, a no ser que se desembarace de la imagen del hombre terreno y se haga portador de la imagen del hombre celestial (Cf 1Co 15,49). Pero si preferimos considerar mi enemigo como una expresión de carácter general, o si la aplicamos al pecador o al gentil, no incurrimos en absurdo alguno. La expresión al haber puesto a mi enemigo detrás de míno implica un castigo, sino un beneficio. Un beneficio de tal calibre que nada podrá comparársele. ¿Qué mayor dicha que la de despojarse del orgullo y no pretender llevar la delantera a Cristo, como si uno rebosara salud y no precisara de servicios médicos, sino preferir caminar detrás de Cristo, quien, al invitar al discípulo a la perfección, le dice sígueme? (Mt 19,21) Con todo, la expresión al haber puesto a mí enemigo detrás de mí tiene una aplicación más adecuada con referencia al diablo. En efecto, al diablo se leha puesto detrás hasta cuando persigue alos justos. Y es más útil como perseguidor, que si fuese delante comocapitán y caudillo. Por tanto, hay que cantar al nombre del Altísimo al haber puesto detrás al enemigo, porque es preferible huir de él como perseguidor que tenerle como guía. Por lo demás, contamos con un asilo donde acogernos y ocultarnos: los secretos del Hijo, ya que el Señor se ha convertido en nuestro refugio (Cf Sal 89,1).
CS 9, 2-4

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