lunes, 25 de julio de 2016

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De la mano de San Agustín (8): Progresar en el camino de la salvación


 ¿Qué hago, pues? Olvidándome de lo pasado y lanzado hacia lo que está delante, en mi intención lo persigo. Todavía lo persigo: hasta lograr la palma de la suprema vocación de Dios en Cristo Jesús (Flp 3,13-14). Todavía voy en pos de ello, aún avanzo, aún camino, todavía estoy en ruta, todavía estoy lanzado, aún no he llegado. Por lo tanto, si también tú caminas, si estás lanzado, si piensas en lo que ha de venir, olvida el pasado, no pongas tu mirada en él, para no anclarte en el lugar donde has puesto los ojos. Acuérdate de la mujer de Lot (Cf Lc 17,32; Gn 19,26). Por ello, los que somos perfectos, pensemos así (Flp 3,15). Había dicho: «No soy perfecto» y dice ahora: Los que somos perfectos, pensemos así. Yo no pienso haberla conseguido ( Flp 3,13). No porque la haya alcanzado o sea ya perfecto (Flp 3,12). No obstante esto último, dice: Los que somos perfectos, pensemos así. Somos y no somos perfectos: perfectos viandantes, pero no perfectos posesores. Y para que conozcáis que llama perfectos a los viandantes, quienes ya están en camino son perfectos viandantes. Para que sepas que se refería a los viandantes, no a los moradores ni a los posesores, escucha lo que sigue: Por lo tanto, los que somos perfectos, pensemos así. Y si pensáis de forma diferente... (Flp 3,15), por si se os desliza el pensamiento de que sois algo. Quien piensa ser algo, no siendo nada, él mismo se engaña (Ga 6,3). Y quien cree ser algo, aún no sabe siquiera cómo conviene saber (Cf 1Co 8,2). Por ello, y si pensáis de forma diferente, como si fuerais párvulos, también esto os lo revelará Dios. Con todo, desde donde hemos llegado, emprendamos el camino (Flp 3,15-16). Para que Dios nos revele incluso que nuestro pensar es diferente, no nos quedemos en el punto de llegada; antes bien, caminemos desde él. Veis que somos viandantes. Preguntáis: ¿«Qué significa caminar?» Os respondo en pocas palabras: «Avanzar, no sea que por no entenderlo caminéis con mayor pereza». Avanzad, hermanos míos; examinaos continuamente sin engañaros, sin adularos ni pasaros la mano. Nadie hay contigo en tu interior ante el que te avergüences o te jactes. Allí hay alguien, pero uno al que le agrada la humildad; sea él quien te ponga a prueba. Ponte a prueba también tú mismo. Desagrádete siempre lo que eres si quieres llegar a lo que aún no eres, pues donde hallaste complacencia en ti, allí te quedaste. Mas si has dicho: «Es suficiente», también pereciste. Añade siempre algo, camina continuamente, avanza sin parar; no te pares en el camino, no retrocedas, no te desvíes. Quien no avanza, queda parado; quien vuelve a las cosas de las que se había alejado, retrocede; quien apostata, se desvía. Mejor va un cojo por el camino que un corredor fuera de él. Vueltos al Señor...
S  169, 18 

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