jueves, 23 de febrero de 2017

// //

De la mano de San Agustín (8): Deleitosa comunión la de los santos(4)

¡Ved cuan bueno y deleitoso es habitar los hermanos en unión! El que decía: Ved o He aquí, daba a conocer. Nosotros, pues, hermanos, somos los que vemos y bendecimos a Dios, y oramos para decir también: fíe aquí. Diga también el salmo a qué cosa se asemejan: Como ungüento en la cabeza, que desciende a la barba luenga de Aarón, que desciende al gorjal de su vestido. ¿Qué era Aarón? Sacerdote. ¿Quién es este sacerdote sino el único sacerdote que entró en el sancta sanctorum? ¿Quién es este sacerdote sino el que fue víctima y sacerdote; el que, al venir al mundo, no encontró nada puro que ofrecer y se ofreció a sí mismo? En su Cabeza está el ungüento, porque el Cristo total le constituye con la Iglesia. Pero de la Cabeza bajó el ungüento. Cristo es nuestra Cabeza; fue crucificado y sepultado; resucitado, subió al cielo, y vino el Espíritu Santo, enviado por la Cabeza. ¿Adonde? A la barba. La barba simboliza la fortaleza. La barba simboliza a los jóvenes, a los valientes, a los diligentes, a los activos, a los alegres. Por eso, cuando los describimos, decimos que son hombres barbados. Luego aquel primer ungüento descendió sobre los apóstoles, descendió sobre los que sostuvieron el primer ímpetu del mundo. Luego sobre ellos descendió el Espíritu Santo. Porque quienes primeramente comenzaron a habitar unidos, soportaron la persecución; pero, como había descendido el ungüento a la barba, padecieron, pero no fueron vencidos. En efecto, también ya había precedido en el sufrimiento la Cabeza de donde descendió el ungüento. Precediendo tal ejemplo, ¿quién vencería ya a la barba?

 De aquella barba era San Esteban. No fue vencido, porque la caridad no es vencida por los enemigos. Los que persiguieron a los santos creían que vencían. Ellos herían y eran heridos, ellos mataban y eran matados. ¿Quién no creería que unos vencían y otros eran vencidos? Pero como la caridad no es vencida, por eso descendió el ungüento a la barba. Ved a San Esteban. La caridad se inflamaba en él, se ensañaba sobre ellos al oírle; pues, cuando le apedreaban, rogó por ellos. ¿Qué dijo cuándo le oyeron? Duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oído; vosotros resistís continuamente al Espíritu Santo. Ved la barba, la fortaleza. ¿Por ventura aduló? ¿Acaso temió? Ellos, al oír estas cosas que contra ellos se decían, pues Esteban se ensañaba, se ensañaba con palabras y amaba con el corazón, porque no fue vencida en él la caridad; aborreciendo las palabras como tinieblas que huyen de la luz, comenzaron a cebarse en las piedras, apedreando a San Esteban. Como antes les apedrearon las palabras de Esteban, ahora apedreaban con sus piedras a Esteban. ¿Cuándo debió airarse más Esteban: cuando le apedreaban o cuando le oían? Ved que, cuando le apedreaban, demostró la mansedumbre, y, cuando le oían, se ensañaba. ¿Por qué se ensañaba cuando le oían? Porque quería cambiar a quienes le oían. Al caer las piedras sobre él, la caridad no fue vencida, porque el ungüento descendía desde la Cabeza a la barba, y había oído de la Cabeza misma: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen (Mt 5,44). Había oído a la misma Cabeza pendiente de la cruz decir: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lc 23,34). Luego por lo mismo que el ungüento descendió de la Cabeza a la barba, también, al ser apedreado Esteban, hincando las rodillas, dijo; Señor, no les tomes en cuenta este pecado (Hch 7,51.59).
En in ps.132, 7-8

0 Reactions to this post

Add Comment

Publicar un comentario