domingo, 19 de agosto de 2018

// //

SAN EZEQUIEL MORENO

No nos debe perturbar el no sentir a todas horas y todos los días los beneficios sensibles de su bondad, que nos hacen practicar con gusto y ligereza todo aquello que creemos que le agrada.

Preguntemos a nuestro corazón en los momentos o días en que no sentimos ese gusto en su servicio, si está dispuesto a todo sacrificio por Dios, y si el corazón nos dice que sí, podemos estar tranquilos, por más que por otra parte parezca insensible a todo afecto.

Lo que interesa, es que no dejemos de practicar cuando Dios nos ayuda de un modo más sensible; hay que hacer esas cosas aunque sea como a la fuerza, y buscar a Dios entre las mismas tinieblas hasta que se deje ver cuando Él lo crea oportuno. (Carta II, pág.326).

¿Quién puede recorder la escena del Cenáculo sin amar mucho al amoroso Jesús, que tales ternuras dijo y tal amor manifesto en lo que dijo aquella noche? ¡Ah! Paguémosle con mucha gratitude y mucho amor. ¡Es esto, además tan dulce y tan consolador! ¡Amar a Jesucristo!... ¡Sí!    ¡Es mayor la dicha!.., ¡Jesús mío! ¡No deseo otra cosa ahora y eternamente!

¡Cómo ansío ser todo de nuestro Jesús! Hoy le he pedido eso tan de veras, que no dudo el que me haya oído en su misericordia. Comprendo que todo se sirve para llevarme a Él. ¡Qué soledad, por lo que hace a las criaturas! ¡Cuánta injuria! ¡Oh, qué valor tiene todo eso si así llego limpio a mi Jesús! Venga todo eso, si así acudo más pronto a nuestro Amado, a Jesucristo, para descansar solo en Él.

¡Qué bueno es nuestro amado Jesús! ¡Qué dicha la nuestra de que nos trate como no trata, y cuánta gratitud le debemos! (Cartas, p.404, 414, 425).


0 Reactions to this post

Add Comment

Publicar un comentario