jueves, 2 de abril de 2020

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CONTRA LA MENTIRA VI

Los casos de Abrahán y de Jacob

Lo que más perturba, en todas nuestras acciones, aun a los hombres de bien, son los pecados de compensación, de modo que ni siquiera se juzgan como pecados, cuando hay tales razones para hacerlos que más bien parece se peca si no se realizan. Sobre todo, la mentira se ha impuesto en la opinión de la gente, de tal modo que cuando alguien miente para utilidad de otro o para no dañar a otro, al que parece se dañará si no se miente, no solo no se piensa que sean pecado esas mentiras, sino que incluso se cree que son buenas. Para defender este género de mentiras se cree estar apoyados en muchos ejemplos de las santas Escrituras. Pero esto no es ocultar la verdad, sino que es decir la mentira. Pues, aunque todo el que miente quiere ocultar la verdad, sin embargo no todo el que quiere ocultar la verdad miente, ya que muchas veces ocultamos la verdad no al mentir, sino al callar. Por eso, tampoco mintió el Señor cuando dijo: Tengo muchas cosas que deciros, pero todavía no estáis preparados para recibirlas. Calló cosas verdaderas, porque no los juzgó preparados para oírlas, pero no dijo cosas falsas. Si no les hubiese indicado esto, a saber, que no podían todavía recibir lo que no les quiso decir, ciertamente les hubiera ocultado parte de la verdad, pero tal vez seguiríamos ignorando que eso se podía hacer lícitamente o al menos no podríamos apoyarnos en el ejemplo de su autoridad. En consecuencia, quien dice que algunas veces se puede mentir, en mala hora cita el ejemplo de Abrahán que llamó a Sara su hermana. Pues no dijo: "No es mi mujer", sino que dijo: Es mi hermana, pues le era tan cercana en el parentesco que le podía llamar, sin mentir, hermana. Esto lo confirmó al que se la había quitado cuando se la devolvió, al responderle diciendo: Efectivamente, es hermana mía de padre, no de madre 30, es decir, por línea paterna, no materna. Por tanto, calló algo verdadero, no dijo algo falso; calló que era su mujer y dijo que era su hermana. Esto hizo también su hijo Isaac, pues sabemos que también él tomó por esposa a una pariente. O sea, mentir no es ocultar la verdad cuando se calla, sino decir lo que es falso cuando se habla.

Por lo que hace a Jacob, que utilizó a su madre para, según parecía, engañar a su padre, si se examina con sinceridad y diligencia, no se trata de una mentira, sino, más bien, de un misterio. Pues si llamamos mentiras a todas las parábolas y símbolos, que no se pueden tomar al pie de la letra, y que se usan para significar otras cosas, y se han de entender en sentido traslaticio, entonces todas serían mentiras, lo que no puede admitirse. Porque el que piensa esto tiene que lanzar esta calumnia sobre todos los tropos y figuras del lenguaje. Entonces la misma metáfora, o sea, la trasposición de un vocablo, de su significado propio a otro figurado, también habría que llamarla mentira. Así, cuando decimos: las ondulantes mieses, las áureas viñas, la florida juventud, las níveas canas, como quiera que en absoluto encontramos, en esas cosas, a las que aplicamos estas palabras traslaticiamente ni ondas ni oro ni flores ni nieve, se pensará que se trata de mentiras. Lo mismo al llamar piedra  y león a Cristo, o corazón de roca a los judíos, o león al diablo, y otras cosas innumerables, se dirá que son mentiras. ¿Y qué pensaremos cuando la metáfora llega a ser antífrasis, de modo que afirma que abunda lo que no hay, que es dulce lo amargo, llama bosque luminoso (lucus) al que no tiene luz y Parcas (indulgentes) a las que no perdonan? Y, así, otros muchos casos que tenemos en las santas Escrituras como cuando el diablo dice, al Señor, del santo Job: Ya veremos si no te bendice a la cara, y hay que entender: "si no te maldice". Los calumniadores de Nabot le acusaban de un falso crimen con estas palabras: Bendijo al rey 36 pero querían decir: "lo maldijo". Todas estas formas de hablar, se juzgaría que eran mentiras, si se piensa que son mentiras las expresiones o acciones figuradas.

Pero, si no es mentira cuando para la comprensión de la verdad se usa el sentido traslaticio, entonces no solo lo que hizo o dijo Jacob a su padre para que le bendijera ni, tampoco, lo que dijo José, como para engañar a sus hermanos, ni la locura que fingió David ni otras cosas semejantes se han de juzgar por mentiras, sino que son palabras y acciones proféticas que apuntan a la comprensión de otras verdades. Esas verdades se ocultan bajo velos simbólicos para excitar el espíritu del piadoso investigador y no se envilezcan al presentarse desnudas y evidentes. Pues, aunque ya las conozcamos abierta y claramente por otros pasajes, al descubrirlas en su misterio parece que renacen en nuestro entendimiento y como renacidas nos regalan. Y tampoco ciegan a los estudiosos porque las vean entre velos, antes resultan más interesantes porque, como si nos hubieran sido arrebatadas, las deseamos con más ardor y las desvelamos con mayor gozo como muy apetecidas.

En todo caso, esas metáforas dicen cosas verdaderas y no falsas, porque significan cosas verdaderas, no cosas falsas, sea de palabra o de obra, pues lo que significan, eso es lo que dicen. Pero se juzga que son mentira porque no se entiende que lo que realmente significan, eso es lo que dicen, sino que se cree que lo que dicen son cosas que son falsas. Para que esto se haga más claro, en los citados ejemplos, atiende a eso mismo que hizo Jacob. Ciertamente, cubrió sus miembros con pieles. Si buscamos la razón inmediata pensaremos que ha mentido, pues hizo eso para que se pensara que era el que no era. Pero si referimos este hecho a lo que, de hecho, quería significar, entonces vemos que las pieles de cabrito significan los pecados y por aquel que se cubrió con ellas se significó a aquel que no llevó sobre sí los pecados propios sino los ajenos. Por tanto, una verdadera significación nunca se podrá decir, realmente, que es mentira. Y lo mismo que de su acción, podemos decir de sus palabras. Porque, cuando el padre le dice: ¿Quién eres tú, hijo mío? Y él le responde: Yo soy Esaú, tu primogénito. Si esto se refiere a aquellos dos hermanos gemelos, parecerá que es mentira, pero si se refiere a aquello que se quería significar al escribir estos hechos y dichos, esto hay que entenderlo en su cuerpo que es la Iglesia, de aquel que al hablar de esto dijo: Entonces veréis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros seréis arrojados fuera. Y vendrán de Oriente y de Occidente, del Norte y del Mediodía, y se sentarán en el convite del reino de Dios. Porque los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.

Así es como, en cierto modo, el hermano menor despojó al mayor de la primogenitura y la trasfirió a sí mismo. Al referirse este evento a cosas tan verdaderas y al significarlas con tanta veracidad, ¿quién podría juzgarlo como algo hecho o dicho mendazmente? Porque las cosas significadas no es que no sean verdad sino que son o pasadas o presentes o futuras, y sin duda tienen una verdadera significación y no son ninguna mentira. Pero sería irse demasiado lejos analizar detalladamente todo el sentido de esta significación profética, en la que brilla la palma de la verdad, pues con la misma significación con que fueron pronunciadas brillaron con toda luz en su cumplimiento.

CMend X

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